Deconstrucción de la Historia Universal

En la biblioteca de la abuela, miro desde el fondo aquellos grandes tomos de la historia universal, condensadores de la sombra del presente, esos viejos libros con miles de hojas que navegan por los episodios que posiblemente, y según el punto de vista del historiador, fueron decisivos para construir lo que hoy somos. De niño me parecieron algo como libros sagrados, venidos de otra dimensión, dentro de los que podía encontrar pedazos de algo que nunca conocería, que estuvo pisando y respirando algo muy parecido a la tierra y el aire que ahora me rodea. Pero luego, al crecer y verme envuelto en pleitos, después de ser confidente de secretos y aliado de epopeyas perdidas, me fui dando cuenta que ninguna historia se cuenta completa. Siempre hay dos lados de la historia. Aunque a mi parecer, hay miles de millones del lados a la historia. Cuestionar la historia es cuestionar la palabra de quien la cuenta. Es cuestionar aquello único que usamos de base para fundamentarnos ante los demás. La verdadera historia es el compendio de puntos de vista. Por ello, eso que se presume como historia universal, nunca contará la historia del árbol que cayó en una zona despoblada.



Por eso heme aquí, un poco más viejo (atribuible al precio de la historia sobre mi cuerpo) y de nuevo paro frente a ellos, los libros que ahora me ven a la misma altura, y pienso en esos fragmentos de papel y tinta que seguramente no se abrieron en 3, 7, 10 años. Que me atrevo a juzgar que nunca se abrieron después de que posaron frente a mi. Pero ahora, como a un viejo decaído, las veo como piezas incompletos de un total. Durmiendo en laureles que nunca existieron. Siento pesar por el uso indiscriminado de la palabra universo, y el racismo de la historia por captar solamente aquellos hechos, generalmente guerras y los triunfos del héroe, los galardones con la inmortalidad de las hojas de historia. Y heme aquí, argumentando frente a frente a todo lo avanzado, haciendo la historia que nunca será contada, más si acaso por estas letras confesadas, y sumo las miles de historias de los normales, de los comunes, que indagadas son tan interesantes como la vida de Napoleón y Atila el Huno. Por ello, y para no caer en la tediosa faena de criticar sin aportar, permítome compartir mi idea, que si acaso la odisea de escribir la historia universal aún existe en ciertos escribanos, entonces comencemos hoy mismo por promover que cada humano escriba su historia. Y sabiéndonos que todos somos mentirosos o al menos totalmente parciales, los historiadores habremos de un arduo trabajo de empatar las historias, corroborar los actos con las fechas de cada uno de los cruces de cada uno de los seres que habitan el planta. El proyecto es de tal dimensión que uno habría de citarse con el abarrotero para en confesión obtenida por un estricto cuestionar, aclare si participó en el intercambio comercial con Doña Lucía, quien compró un kilo de tomate venido de Culiacán, una cebolla morada un poco húmeda, dos chiles serranos maduritos , un manojo de albahaca y un paquete de pasta La Moderna. Y es que ella, en sus memorias, apuntó que aquella pasta que comió mientras las nubes del huracán Dora cabreaban la costa, había sido uno la mejor pasta preparada en su historia.

0 comentarios: