Pavadas del Día de Gracias




Un pavo espera en el pasillo de la muerte. Coraje. Eso, así lo llaman. No entiende ni pío de lo que dicen. No sabe de suertes, ni sabia que el filero lo esperaba en la tabla del chef.  Menos de la voltereta de su misma suerte. El horno blanco rodeado de gente, el hombre de negro que viste de traje, lo mira, le mira el moco, sabe cuando no lo miran a los ojos, cuando le hablan de tu pero no lo miran, si solo le miran el moco.

 

Pero coraje, que no miras, te ha salvado el protocolo, mira, aquel de enormes dientes es el presidente del país mas poderoso del mundo. Y hoy, último jueves del mes de noviembre, es costumbre entre los anglosajones de los rascacielos, comer a los de tu especie con puré de papas.

 


Pobre pavo que no entiende nuestros actos de misericordia. Habrá  estado pensando en comer algo de maizito, salir del tumulto de mirones, ver las aves volar, detenerse, preguntarse por que será que con alas tan grandes el no puede volar.

 


No te acongojes querido pavo.  Tu coraje algo valió la pena. Aun sin tus alas volarás al mundo de las caricaturas eternas, y adentro vivirás hasta que mueras de viejo, y contarás tus peripecias a los nuevos pavos que vengan detrás de ti, y los pichones temerosos se preguntarán entre ellos quien tendrá la suerte de volar a otro lugar que no sea el horno de un estomago humano.

 

Bien preparado, su corazón se reemplaza por relleno dulce.

 

Adentro del horno, envuelto en aluminio a temperatura controlada. Ingredientes se cortan en pedazos parecidos. Ensalada. Puré de papas. Chicharos en lata. Los olores que se esconden uno tras el otro. Don Ray que saca las verduras del congelador, las pone sólidas como botana, mientras el agua escurre entre las preguntas de los invitados que se esmeran en conocerse.

 

Los peregrinos escapaban de los vicios autoritarios de la iglesia anglicana. Aquellos hombres puritanos, tomaron sus barcos, cubrieron sus mujeres contra las miradas lujuriosas de los ángeles sueltos, y se encaminaron a América. Aquel territorio nuevo y salvaje les fue difícil domar en un principio. Dicen los que escribieron la historia, que en uno de esos momentos en que la muerte merodea los huesos de los moribundos, llegaron las tribus que por años coexistían en aquellas tierras, y trajeron comida para los puritanos. Aquella cena de agradecimiento se llamo la cena de gracias, el Thanksgiving. Lo demás fue historia escrita con sangre.

 


Sangre de uva se resbala en las copas. Puré y granos de maíz amarillo que brillan a contraluz. La colonia Loma Linda es una colonia particular de Mexicali. De aquellas primeras que se establecieron en las lomas cercanas al Río Nuevo. Al tiempo de aquella conquista, las tierras fueron abandonadas por los hombres y mujeres que emigraron a Estados Unidos. Así la colonia vivía a ciclos, desolada la mayor parte del año, excepto cuando  esos mismos mexicanos regresan a celebrar los dias feriados de los gringos. Entonces el ultimo jueves del mes de noviembre, la Loma Linda esta de fiesta. La calle huele a pavo con cerveza. Los hombres amarran sus lenguas bilingües y hacen como pueden cuando la pata del pavo se pasa entre tragos de Tecate y los pasteles de fresa, cereza y demás golosinas esperan en el refrigerador.

 

Don Ray fácilmente pudo haber comprado medio Costco para el día del Pavo. Que dice hay tres tandas, para ellos tres emplumados encobijados en aluminio. Los mexicanos llegan tarde, esta en su sangre, me dice.

 

Ese gringo, ha convivido lo suficiente con los aztecas para entendernos. Esta casado con una mexicana, a la cual rapto a vivir a los arenales salados de San Felipe. Y como buen gringo, regresa a la conquista de la Loma, a sobrevivir de los aborígenes que aquí vivimos y mejor sabemos sobrevivir, que llegamos con caguamas en vez de vino de uva,  con tres pavos desnudos que se ponen una bata horneada, que los vecinos de toda la colonia van a llegar, nadie a tiempo es verdad, pero llegarán, que como buena cena, la familia se sentara con los invitados, y las culturas se habrán unido como cuando el gravy se derramaba sobre una carnosa pechuga de pavo.