Juego de Niños


Un niño no deja que las cosas alrededor lo muelan. Imita llorar para llamar la atención. Sana sana colita de rana y un beso de mamá. Aparte tiene amigos alados que tiran bolas de fuego por la boca y de mil brazos para derrotar cualquier enemigo. Te huye despavorido entre las ramas y las nubes, y es que no entiende nada. ¿A qué juega juegas tu? ¿De que color es la piedra que usas como automóvil? ¿Por qué sufres con tus juegos? Si no te gusta pide quimis, o juega otra cosa, yo que se. Mira arriba en la punta de los árboles donde habitan osos malabaristas que descansan los martes de bolis de limón. Persigue las catarinas para dárselas a su noviecita que hace pasteles yumi yumi de chocolate con ingredientes mágicos. Aquí hay todo lo que se necesita (excepto chispitas). Son inmortales, reviven después de cada guerrita, corre por campos minados y aunque caiga, no tarda en levantarse y seguir al juego siguiente (sólo una madre puede derrotarlo jugando el cruel juego de castigos en el área de postres)  Los mangos no piden modales para ser mordidos, dice un niño manchado hasta el ojo. Corre descalzo y come lombrices como espagueti, raya paredes con animales aún por descubrir. Sin satélites mira lo que habita en lejanas estrellas. Todo a propósito de las niñas y niños que juegan a ser papas, a ser médico, que construyen ciudades, juegan a la empresa, y al fútbol; que no muera nunca esa chispa por jugar y divertirse en esto de vivir.

Elogio a la Locura

Camina si quieres encontrar los detalles. Una persona desconocida caminará un momento junto a ti, será tan breve que seguro al siguiente dia lo olvidarás, sin embargo esa persona hará una de dos: o te asesora de un problema que desconoce, o te divierte con una teoría arriesgada sobre el clima y la personalidad. Come. Come. En los ojos puedes encontrarte. Mira al cielo para liberar la tensión de tu cuello. Mirala una y otra vez. Tenla cerca y preveé que es posible regarla. También es altamente posible robarle un beso. Guarda un peso. Un peso siempre falta para algo. Desconfía de  las aves. Confía en las piedras. Habla dos idiomas e inventa uno para momentos de emergencia. Sométete a un baño de luz para limpiar tus impurezas. Canta mientras caminas, grita cuando te detengas. Ofende su espacio de privacidad para que olvide que existe. Aléjate tranquilamente sin avisar.

Matachines de Mochicaui