Hombre Vs Resto del Reino Animal.





Los botones que se abrochan en ascendente, la tela atrapa la piel, la contiene con un brillo dorado que impacta. La capa roja que espera ansiosa. El toro bufe desde el corral, desconoce el por que de la incomodidad que lo abruma, será la luz que lo ilumina desde el negro corredor.  Un coliseo atento, un habano prendido por el hombre que platica en altavoz. La música retumba desde los aires, los toreros practican su baile con falda removible. Sus patas pisan nerviosas, el polvo flota sin orden, las ansias de la pequeña mexicana que viste de flamenco. Una estaca por la retaguardia, la bestia corre despavorida, sus ojos se encandilan, el grito de la gente, una entrada sin salida, mas que la de luchar por la vida.

 


Toros, toreros, la corrida de toros. Eventos importados de la madre conquistadora. El hijo que mira impactado, la toreada, el bufeo que se escucha hasta la luna. La picada del caballo, el toro que intenta destruir al animal que lleva a su enemigo. La bestia que lucha contra el hombre. El hombre que lo rodeo por bestia. Los piquetes de escorpión con banderillas en mano. El  salto de chapulín. Los hombres que visten de colore, uno verde, uno rojo, uno azul. Los sequitos del rey, los que conocen todas las mañas de la bestia, y el toro, mas que enojado, embravado por que no puede contenerlos, por que se cansa de perseguirlos cuando ve, el rojo, y que no puede contenerse. El toro no puede, el toro se cansa, carga con sangre las 6 estacas sobre su lomo.

 


El maestro. El hermoso. El matador que se prepara, camina lento sobre la tierra con los ojos fijos en el cuadrúpedo. Lo conoce, su naturaleza, su forma, su velocidad, conoce de su fuerza, de que aun con toda la sarandeada dada, aquel toro con quien apunto de emprender la lucha esta, puede derrotarlo.

 


Uno contra uno. Humanos contra reino animal. La enorme capa roja, la que lo enoja mas. Sus patas que se embarran contra el piso, que avisa de su ira, del dolor que le infundan y ese rojo, que no deja de acercarse, de amenazarlo a la cara. La bestia que se embiste sin control al objeto. Pero allí esta el matador, sereno y burlón, que esquiva acaso con el movimiento de su cadera, con dos suaves pasos, con un contorneo que semeja mas un baile que una pelea.

 

Ole! Ole! Maúlla el público. La atención, el juez midiendo el tiempo del tercio. El fiera es mas salvaje que su enemigo, lo embiste con juegos, se arrodilla frente a él, cuando el toro teme, matador aventurado, sabe que el animal no es capaz de razonar de la indefensa posición de su enemigo, el matador razona, lo hipnotiza con su valor, lo somete a su voluntad.

 

La muerte es la victoria. La espada de la verdad. La que decide la justa. El toro con su ultima oportunidad, de embestirlo a morir, de darle batalla por esos ultimo segundos que están a punto de robarle. La espada, que apunta a su lomo, mas allá de la dura piel y los músculos, el sabe donde entra la espada por la mantequilla de su carne, donde destronara su corazón, o derrumbará al alfil de su pulmón. Uno, una punta bien penetrada es lo único que necesita para vencer. Una. Una que entra, se desliza, el toro bufe por ultima vez, la sangre chorrea con los últimos instantes de su vida, camina, se aleja de su verdugo. Las ánimas se levantan en los pañuelos del público. El toro muere. Un coliseo entra en júbilo. El matador es coronado, orejas y rabos para el cid, los claveles de las féminas. La batalla de las especies, el ciclo de la vida, por año consecutivo la corona al hombre, los reyes del mundo.


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