Carta a Jimena

 Querida:

 Se  que ahora estas pensando quedarte un rato asolearte en las playas de los Cabos, y claro, espero disfrutes al máximo tan codiciado puerto turístico, donde todo sueño esta al alcance de tu bolsillo. Pero ten en cuenta, mujer malvada, que tu cola de humedad invade todo territorio a su alrededor. Muchos están contentos, que bueno, se que a varios la lluvia de tus lagrimas riega milpas deshidratadas hasta los huesos. A otros les apagas sus fuegos en esos labios que ya coqueteaban con entrar a la ciudad y arder como alguna vez lo hizo Roma. Véase Nerón. Pero, solo te digo Jimenita,  es que no te das cuenta, que para dejar algo bueno a fuercitas vas a joderte a alguien. Y quien mejor para tu desquite, que la ciudad enterrada en la laguna vacía. Pues al parecer no fue poco tener que aguantar al mercurio intentando fugarse por la cima del termómetro, sudando la gota gorda con escalofríos de 47 grados Centígrados. Si no que ahora, por tu culpa, nos vemos invadidos de tu desagradable humedad, y por tu culpa Mexicali ya no es nada especial, sino un territorio Sinaloa cualquiera.

 

Me sudas hasta en la regadera, me humectas la piel en sudor salado, el agua de mi alma se escapa por TODOS los orificios en mi cuerpo, y lo peor es que uno siente el trópico donde no existe. No tenemos cocos ni hamacas, no tenemos caguamas Pacifico ni nunca tostadas de ceviche.  Somos polvo de desierto, y nos sentimos desdichados cuando nos vuelves lodo, nos has quitado ese amor cálido,  el único símbolo que nos hacia sentir libres. Ahora nos petrificamos en el aparato de refrigeración y modelamos nuestros cuerpos para la eternidad. Somos tus estatuas de agua que se evaporan con los primeros rayos de luz.

 

 

Sin mas que decir,

te beso el ojo.

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