TORTILLAS




Mira cabrón- me dice ahuyentando las moscas de mi imaginación



¿Ves ese letrero? ¡Dime que dice! - me ordena.



Aprieto mis parpados y concentro la vista; leo, no hay duda, dice: TORTILLAS.



¡Awevo!- exclama excitado- ¿seguro que no tienes duda verdad? queda mas que claro, con esa enorme y sencilla tipografía blanca sobre su fondo verde fosforescente. Sólo un pendejo no comprendería que allí venden tortillas. ¡Eso es diseño! - grita eufórico.



Realmente no descifraba la razón de su emoción. Y digo, entendía el mensaje, TORTILLAS, de harina o maíz sería lo de menos, solamente la certeza de su existencia en el precinto, pero no su risa cuasidiabólica, prólogo de un trance pagano, como si a través de la tipografía comprendiese al fin la verdad del universo, aquello que ni drogas ni pláticas nos habían sido suficientes para encontrar. Pronto su carácter se fue torciendo, torciendo hacia un estilo que comenzó como algo singular, interesante sin duda, pero con un abuso que poco a poco fue alejándolo de aquellas personas que les resultó incomodo adaptarse a un ser tan extraño; su barba que trasquilo en códigos, la ropa atiborrada de mensajes en pintura, su automóvil autografiado con la epifanía de una profecía contra el desarrollo humano. Aquel hombre que conocí se volvió hacia un profundo viaje con aquella visión que comenzó con esa palabra que bautiza al nixtamal de maíz típico del mexicano, el diseño semántico, la verdad detrás de cada caracter que lo dominaron sin piedad. Sus pasos eran letras, incapaz de comunicarse si de su lengua no se imprimiese una caligrafía por donde se comunicara su alma sin equivocación. Por ello, un día concluyó su habla, no consigo mismo claro, pero si con todos los que lo rodeábamos. Su realidad era uno en contraposición con la nuestra, que poco quería y podía entender, los dialectos que poco a poco se fueron volviendo lenguas indescifrables, incluso para mí. Al poco tiempo lo dieron de baja en el trabajo, y al cabo de meses le perdí la pista.



Me tarde un tiempo en encontrarlo, fue una mañana leyendo la nota de una de sus periodistas mas detestadas. Era la nota roja.



Lo que leí me era incomprensible, el cuerpo yacente, sin una fotografía que mostrase un paisaje que se manifestaba perturbador. Cuando encontré a la reportera, me contó que aquella era la imagen mas espeluznante que había visto en su vida.



No podría recrearlo, que aún me duele, solo se el título de la nota.



Hombre se ahoga en la sangre de sus propias palabras!



si, fue horrible, pero me da la impresión que para él, fue una obra maestra.

1 comentarios:

mi otra yo | 1:52 a.m.

Ya tengo en que entretenerme un rato. Que bueno que decidi visitar tu espacio. Saludos!