Calles Paranoicas


Fotografía de Guillermo Arias



Cuidado con la camioneta que anda por las calles con los vidrios polarizados, donde andan unos morros ( estamos seguros que no son de aquí, son del sur) haciendo levantones. El hottoguero se la cura, aunque en el fondo si se le frunce el occipucio cuando envuelve la wini con tocino, por que nada que levantan al bato gordo que pidió tres hot gods, y luego a quien le cobran, pues a él.



Así, empieza la paranoia.



Nadie los ha visto, solo la sombra de un carruaje que desaparece con las almas de la gente. Una señora que simula el miedo lo comenta a la hora de la comida , al final del día ya lo sabe media ciudad. Al siguiente día sale en El Debate, el único periódico de la ciudad, y entonces se convierte en verdad.



De la nada sale medio mundo de conocidos que lo han visto, amigos de amigos que han sido testigos de levantones. Un recién levantado, recién abandonado, camina pidiendo un celular. Nadie habla , todos escuchan y crean con las sombras sus propias historias. Por que al final, como en la moda, quien no lo tenga (en este caso una historia), es relegado, desestimado. Los morros entran a una casa, con cuernos de chivo en mano y le piden de favor al dueño de la casa que los deje quedarse mientras pasa el fantasma que los anda persiguiendo. No lo amenazaron aunque la amenaza era implícita en la petición. De suerte no violaron a sus hijas, por que tenia hijo.



Las noches en la ciudad se han vuelto extremadamente solitarias. La gente no sale por que no ve a nadie afuera, y nadie sale afuera por que la gente se esconde. El miedo se cultiva adentro. La soledad se ha vuelto el único lugar seguro en el planeta. Se divierten solo los locos, los desalmados, los hedonistas que poco importan del futuro . En la ciudad de la paranoia, cada ruido de la ciudad se convierte en una amenaza, cada sombra de la noche en la muerte que viene a cobrar. El miedo se distribuye por las esquinas y prolifera como un hongo de pie de atleta en las regaderas publicas de la ciudad.



Al final la ciudad habrá de cobrar caro, ( cuidado amigos del sur, se ha desatado un chisme xenófobico) la gente necesita del corazón de un mortal, el cuerpo del culpable colgado en el poste del palacio, y aunque nadie quiera ser verdugo, todos lo desean, y solo hasta que la sangre del demonio sea derramada, solo entonces, la gente volverá a caminar en paz.



Y llegaran otros, y de nuevo llegara la oscuridad….

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