La impotencia de vivir.


Seria un error pararme frente al mar, buscando sin girar la mirada aquella isla que llaman Haití. Los mapas son curiosos por que se manejan en proporciones que bien podrían ser mentira. Por ejemplo, las ciudades de Cancún y Playa del Carmen se encuentran casi en el mismo paralelo que cruza por el estado de San Luís Potosí. Los siniestros efectos de una educación plana chocan con la circunferente realidad del planeta.


Casi desde su inicio en el tiempo moderno del hombre, una isla en el Caribe fue rebanada con bisturí. Dos pedazos a repartir. Como toda dualidad, los extremos se manifestaron con colores para su fácil reconocimiento general. Del lado derecho el blanco se hizo llamar Dominicana, del lado izquierdo, la tierra se volvió negra con los pasos de los descendientes de los primeros homínidos, ellos la bautizaron como Haití.


Su independencia fue una cesaría prematura. Fueron los primeros, antes que Estados Unidos siquiera lo pensara, antes de que un cura azteca alborotará a los indígenas a las armas, los negros habían resuelto a sangre las diferencias con los franceses. Sin tomarse la molestia, los europeas los dejaron libres, y por aquellos tiempos, los haitianos tenían un futuro prometedor.


Mas algo salio mal. Un mal paso se vino seguido de otro. Un país que mas pronto volvió a sus propios vicios, se hundió en la corrupción, la marginación, la depredación como método de supervivencia. Un país donde un presidente electo es solo un muñeco de vudu que puede ser derrocado con machete al siguiente día de su protesta. Por que alla las cosas no se hablan, las cosas se hacen. Derrocan al presidente, el derrocado busca derrocar, el pueblo se levanta en armas, el vecino se levanta de su silla, cruza y roba viveres antes que vuelvan las nubes con lluvia de anarquia, y las ciudades son solo la cicatriz de una revolución eterna.


Desde los cielos, la frontera con Dominicana da un vistazo claro de la forma en que sobreviven ambos pueblos. Mientras del lado latino, la frontera aun mantiene una selva frondosa, del lado franco los desiertos inundan el territorio. Dudo que algún árbol quiera cruzar la frontera a formar familia, no cuando han visto como las sombras los derrumban para convertirlos en carbón, energético con la que aun sobreviven la extensa mayoría de los haitianos.


En los circos, el presentador introducía con una frase a los hombres que nacen con deficiencias físicas, estos hombres que hasta el todopoderosos ha dado la espalda.


El 12 un temblor de 7 grados sacude al pueblo mas marginado de América. Que mas podrían esperar. El castillo del presidente cayó, el castillo de dios cayó. El castillo de la tierra les manda lluvias con epidemias, sacude de vez en vez de nuevo la tierra para que despierten adentro de los escombros de un edificio que los tiene aprisionados. Y nadie llega a salvarlos. Por eso dicen que la ciudad de Puerto Príncipe se encuentra en silencio inmersa en la anarquía. En quien mas pueden confiar, si nunca nadie ha velado por ellos. Como siempre, serán dejados a su merced a que solucionen a machete limpio su supervivencia.





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