Caminatas en un parque londinense





Caminatas en un parque londinense

 

Por. Renné Sánchez

 

 

En un mundo donde todo cuesta, si no tienes, la vida se puede convertir en un suplicio. Como es posible desahogar las penas del día, si la única forma para lograrlo se vende, barato o caro, la cuestión es costar. Ya no es posible salir, no puedo gastar mas, no me alcanza para ir al cine, olvido la cerveza del pub para desahogar mis penurias, ni un antro donde me destruya en el baile, ni siquiera pienso en ir con algún chino u árabe a desafiar mis martirios con comida.

 

Talvez busco donde no debo, no alcanzo a ver lo que afuera esta para mí sin costo alguno. Inmersos en la ciudad existen islas naturales hechas para estos momentos. Los parques de Londres son la escapatoria natural de la ciudad. Los enormes pinos mantienen sus largas raíces aferrados a la tierra como si temieran que la ciudad tarde que temprano los fuera a devorar. Pero se equivocan, no deben temer, pues si existe algo mas respetado en Londres son los parques que sobrevivieron al asfalto. Saben que no pueden darse el lujo de tumbarlos, sin ellos se acaba el aire que con lujo respiran. Y no son cualquier parque. Un parque como un parque no son. Son bosques rezagados de tiempos pasados. Se huelen los pasos de enormes animales y duendes traviesos. Con solo entrar puedes por un momento dejar todo tu pasado y disfrutar del momento mientras ves cuando caminas.

 


Los niños de la primaria caminan en fila unidos por las manos. Su maestro, un amante del fútbol y su equipo el West Ham, les tiene preparado una cascarita memorable. Lleva casacas y  baras de plastico para las porterías. Ansia tomar el chiflo en su boca, pitarlo, dejar que corran de un lado al otro buscando al gol en su infinita esencia. Gritan con emoción, no saben bien como se juega, solo persiguen el balón como si adentro estuviera escondido el premio de la catafixia. Ríen con cada patada. Una lagrima se derrama desde el corazón de su maestro cuando reconoce que en ese momento es posible que se enamoren del deporte mas hermoso del planeta

 

¿Quien no busca olvidar la ciudad? Tanta desesperación y ansiedad. Las venas se retacan de estrés por el atasque dentro del automóvil, o parado en el camión, incluso viajar en metro puede ser un martirio.

 

Si matar no es lo tuyo, mejor tomas tu bicicleta y das una vuelta por los caminos del parque para que el viento te acaricie la piel y se lleve de paso todo odio y rencor. Una mujer trota con la cara roja como tomate, escucha música de The Cooks para mantenerle el ritmo, justo Ipod amarrado en el brazo izquierdo, tenis deportivos, sudor en la frente, y la concentración en la nada, que es justamente lo que necesita en el día. 

 


Para parques en Londres, uno debe reconocer la majestuosidad y belleza que irradia su Hyde Park. Varias hectáreas que se unen por un lago artificial con otro enorme parque de igual hermosura conocido como Kensignton Park. Enormes árboles de maple que disfrutan el verano para ponerse tan verdes como les da para ser. Merodean entre los jardines varias ardillas acostumbradas al humano, se nos acercan y exclaman con ojos de ternura para que convides algún pedazo de pan o chocolate. Pero no te fíes de ellas, son montoneras y oportunistas. Nos conocen tan bien a la raza humana, que saben siempre nos creemos salvadores.  Por eso allí se les ve corriendo con su cola afelpada por el césped acercándose a un hombre de traje que come un panini de espinacas. Les deja migajas por que es un entendido, la ardilla hará sentir bien al hombre que le da alimento, la ardilla se aleja victoriosa con comida gratuita.

 

En la esquina de Hyde Park, justo por donde esta la estación del metro, caminas recto entre los arcos de la entrada y por fuerza veras a un niño de cemento dominando con facilidad a un enorme pez. Las palomas merodean para el desayuno, mientras un viejo con sombrero de pescador tira migajas de un croissant para que los acompañen en su mañana. Algún amante de la jardinería habrá decidido acertadamente dedicar esta esquina como palacio de flores. Por que son miles de miles. Se esmeran en lucirse bellas, abren sus pétalos al sol, con el revuelo de abejorros que chupan el polen de un arcoiris multicolor. La dulce esencia de las flor se esfuma con cualquier leve brisa y aromatizando al ambiente circundante, cuando te llega perfume a la nariz solo te queda pararte un ratito, probarlo, saborearlo, quedarte quieto como en medio del universo. Una pareja se toma de las manos como si fuera la primera vez que unen sus dedos, no dejan de verse, quieren leerse los ojos, conocerse el alma. En la otra banca de madera esta una pareja de ancianos, no se ven, no se toman las manos, pero justos y juntos, momentos donde el amor se vuelve ordinario, y el disfrute es la compañía.

 

La princesa Diana, cuando vivía, despertaba cada mañana en su casa en medio del parque. Querían simularle su castillo en el bosque. La reina no quería darle un cuarto en el palacio, ni un depa lujoso, y en la tercera terminaron por hospedarla justo enfrente de un lago artificial en el parque. En su balcón habrá visto muchos dias el ritual de mañana cuando los cisnes se levantan a comer y los patos cuackean para platicar de su día.

 


Steve pone una línea de conos fosforescentes en el pasillo pavimentado del parque. Escucha algo de rock,  empieza su practica  diaria sobre las llantas atadas a sus pies. Patina entre los conos cruzando las piernas con extrema agilidad, serpentea con facilidad hasta el final, levanta el pie derecho para balancearse sobre su pie izquierdo. Solo en la practica se hace maestro.


Un joven londinense invita a su recién conocida alemana, a que navegue en medio del lago para poderle decir algo. La barcaza avanza sobre el reflejo de las nubes, ella se imagina en un cuento de fantasía, el batalla un poco con los remos, batalla mas para que ella no note que el batalla con los remos. Su cara se pone rosada. Es el sol le dice. Como tu, increíble, you are the sunshine of my day. Un solitario fotógrafo japonés mira desde su banca en la orilla el acto, no se siente solo, reconoce cuando un hermosa obra esta a punto de comenzar, y con solo ser testigo de sus miradas, el los retrata para la eternidad.


Por los caminos del parque se ven caballos montados, no corren solo cabalgan. No entiendo de donde salen esas bestias cuadrúpedos, tal vez solo sean para los descendientes de la realeza, aunque también puede ser uno mas de los atractivos turísticos del parque. Se cruzan por los caminos sin ni siquiera dedicarse miradas. Algún cansado los mira de reojo, busca las bancas de madera, saca sus gafas oscuras y un libro de Orwell leído por meses hasta la mitad pues no lo termina de entender.

Yo dedico mi idas al parque para llevar una manta, generalmente la sábana de mi cama. Preparo los sándwiches de jamón y queso, un vaso para el jugo naranja. Con el día dormirás a tomar el sol. Los ruidos desaparecerán como asesinados. Las hojas que caen de los árboles, el ruido del aire cuando roza con tu piel. Te acuestas en el césped. Fuera tenis, dejas que las hojas te acaricien los dedos, que las nubes se muevan por ti, que el perro corra con su dueño, y ya dormido, podrás despertarte como uno nuevo, tranquilo, saliendo por donde entraste a la ciudad.

1 comentarios:

Selunatika | 8:26 p.m.

jajajaja montoneras ardillas jajaja