NO quiero lastimarte pero es peor que te sigan mintiendo.

Fue lo primero que lei de una carta anónimo. Como podrán esperar senti una punzada en el corazón. De inmediato realicé un escaneo a mi vida completa, cada cara, cada acto, cada beso, cada instante que se ponía en tela de juicio. Qué tanto sabrían de mi que yo mismo desconocía. La incertidumbre me empezada a matar, lentamente, con la sangre llenando el gran lago de la decepción. Abrí la hoja temboroso. Mis ojos  sentian la sal impregnada en las palabras.  Sentía su verguenza al esconder el nombre, al esconder la cara y sus palabras hirientes contándome de ella, amor de mis amores, a quien daría mi vida sin pensar dos veces. Y ahora es ella quien puede prenderme en fuego, mercenaria, en cada palabra de confesión veo  la mentira de  su sonrisa, lamentando no ver en tus caricias ese puñal que me enterrabas lentamente en mi espalda, en mi lado sagrado. Y leo y leo y se de que se trata todo. Leo y mi doy cuenta que siempre he sabido de que se trata, siempre he esperado la carta, palabras sin nombre señalando el delito, exigiendo mi salvación, arrancándome los párpados para que vea la verdad, su ausencia, la razón de su ausencia, la trama maldita que me quemas las venas, un aire corrosivo me derrite mis dentros, me convierte en una bazca pestilente. No me aguanto más, sus palabras siguen, letra tras letra argumentando su osadía, para no verme sufrir más, para liberarme del yugo de aquella cabeza cínica que no importa nada de mi. Entonces llega el momento de las pruebas, las imágenes que confirmar el testamento. Sufro un escalofrío profundo, me hace temblar el miedo de verte en alguna de ellas besándo otros labios, no mi boca, no mi cuerpo. Necesito saberlo, necesito verte infraganti. El botón abre una foto tras otra. Mi aliento se contiene. Miro. Miro detalladamente, su cara, su ojos impuros, su cuerpo desnudo. Exhalo. No eres tú. Así mi respiración se encarga en desarmar el andamio que sostienía mi sufrimiento. Quedo de nuevo ligero, mi carne flotando en el espacio mientras cierro este correo anónimo que me quería hablar pestes de ella, la que todavía no conozco.

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