Enclaustro

Disculpe usted por la sobriedad de esta mi casa, pero usted habrá de comprender que en estos tiempos, los objetos resultan una seria carga para la economía personal. Comprendo que el piso no sea la mejor de las superficies para tomar el té, pero como la celda bien lo hace ver, mi invitación para el té siempre fue una pretexto para que ignoraras lo molesto y tardado de todos los puestos de revisión y decidieras venir a visitarme.


Ahora bien, permítame aseverarle, sin afán de convencer ni justificar mi estilo, que el vacío me ha servido para valorar lo verdadero, la sensación, será pues, único elemento que realmente vale la pena en nuestro existir. Puede que no entienda, pues consideras que sin nada es imposible sentir. Tienes un cierto grado de razón, mas no todo. Digamos que realmente deseo recostarme en un sofá, esos sofas de Iturralde que te permiten soñar con ellos en tu salón frente a tu televisor. Mi mente crea ese sillón forrado de piel, esos que te acarician en las horas pesadas de medio día, que su olor es formol, y que te adormece a tal estado que sólo podría compararlo con un niño en cuna.


En fin, siento haberte traído hasta aquí a base de lo que puedes considerar como una sarta de mentiras sin fondo ni objeto; ciertamente tu presencia aquí también me desconcierta. No tuve tiempo para regaderas ni una rasurada que al menos te diera una imagen mas sensata de mi persona. Para evitar incomodidades, te pido que te retires, que tu imagen se desvanezca lentamente frente a mi y me vuelva a quedar solo, cómodamente en mi claustro donde pueda cantar las odas del día.

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