Luneta
Con el ojo en la luna, se quedó meditando en que regalarle a su novia. Quería darle a Lucetta algo original, único, fuera de las típicas rosas, los chocolates, y las rosas de chocolate. Ansioso, siente la noche lo somete contra la pared, que un empresario como él debería ser capaz de innovar en un producto que satisfaga las necesidades de este mercado emergente. Lucetta. Lucetta tan bella y primorosa. Por Lucetta tendría que obsequiarle algo tan divino como práctico, algo que opaque todas las navidades juntas, un regalo excepcional.
Regresó a pensar y ...
Nada
Nada
Nada
¡Luna!, grita él desesperado.!Dame una señal! !Ilumíname! Pero la luna inmutada lo mira sin parpadear. Irritado, su ojos como espejito comienzan imitándola y dejan de parpadear, con fuerza mantiene abiertos los parpados carnosos que le tambalean con el peso cortina de acero; pero pasando eso, al fin logra que sus ojos se vuelvan reflejos lunares y descansa, le mira el contorno de la blanca ficha, luna, una luna tan bella y gloriosa, tan brillante y llena de amor; no creo que seas de queso luna, se dice, porque si lo fueras te derretirías cuando pasas de día por la ciudad, me pregunto a que sabrás tu, luna, entonces curioso, levanta la mano y con los dedos puestos cual pequeñas pinzas, la toma suavemente y separa del oscuro panel de estrellas, la baja hasta su pecho y la mira, la estudia con curiosidad, la acerca hasta su nariz y la olfatea, levanta los ojos al cielo y acerca la luna hasta su lengua que la acaricia. Libera la luna que navega por su lengua, empieza a sentir un fresco sabor que nunca había probado, su nariz se complace en presentarle la fragancia más exquisita, la luna derrite como nubes su paladar, así que ansioso, la muerde.
Pum
Pow
Wow
Una explosión de sabor lo invade con vehemencia. Su cuerpo pierde fuerza mientras flota sin gravedad en el cosmos. A través de sus pupilas dilatadas mira la belleza de las rosas galaxias , verdes girando al derecho y alrevez. Su sonrisa incrédula se desborda de placer. En un parpadeo vuelve a su asiento, frente a la ventana, rodeado de la noche que lo arrulla hasta dormir.
Al día siguiente vuelve con una magnífica idea. Tomará de la noche su luna y con ellas llenará una bolsita para Lucetta. Contrario a los pensamientos prehispánicos, sabe que la luna tiene negocio con la noche, y que su asistencia es obligada, así que confiado, sabe que podrá contar con ella hasta llenar su objetivo. Así comenzó, noche tras noche, con los dedos bien lavados, la captura de la luna, que una a una fue acomodando en el fondo del bolsillo. Noche tras noche se fue quedando sin su luna, abandonadas a la completa oscuridad, pues él empecinado en terminar, era ya un cazador furtivo de esa de ingenua luna que llega y llega y él robaba sin piedad; que nada en el mundo importaba a él que su declaración de amor a bella Lucetta. Casi logrando su meta, con 27 lunetas en el bolsillo, esperó una noche más para poder concluir su campaña y obsequiarlo al fin al corazón de su amada Lucetta. Ese último día de trabajo culminaría con una noche que aguardó a la luna, con él sentado y un cigarrillo ardiendo en la espera. Entonces la esperó.
continuó
y
continuó
y
nada.
espero
y
espero
y
nada
Ante aquella oscura verdad, un crudo remordimiento lo colmó. Viendo las lunetas marchitarse en la bolsilla, se sintió un delincuente, un agente privador de la libertad, un detestable secuestrador. Sabía que del crimen sería inculpado en primer grado. Una intensa paranoia comenzó a pensar por él, supuso que toda ciudad sabía ahora de su fechoría, que habían bloqueado todas las salidas y que con antorchas impregnadas en grasa, caminaban con la intención de lincharlo. Un fuerte ruido del exterior lo atemorizó a tal grado, que en el espasmo tumbó con su mano la bolsilla de lunetas, abierta quedó liberando una tras otra como cascada hasta el suelo. Cada pastilla lunar fue cayendo en el mismo punto, explotando en mil pedazos, suspendidas un tiempo mientras esperan la caída de las otras lunetas, de tal manera que como una familia, pudieran juntas morir desquebrajas hasta el final. Con un llanto de pánico, el hombre salta por la ventana y se aleja despavorido en una carrera sin retorno, abandonado aquella noche en completa tiniebla, a la oscuridad violada, al cementerio de lunetas sin honor, a su Lucetta esperando, lista para recibir a su novio en esa cita que él prometió una sorpresa maravillosa.
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