Colectivo


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Entrando como torpedo por la salida del 632, me sumergí entre la gente para no dejar que otro camión se me fuera por evitar el tumulto. La presura era apremiante, el tiempo en mi contra, así que empuje y empuje hasta que a la fuerza me dejaran permanecer allí, quietito, mientras el camión avanzaba por la larga avenida Patria. Entonces, viendo la actitud honesta de un pasajero que entregó 50 pesos para que de mano en mano llegara hasta el chofer, me aventuré a soltar 10 pesos al tumulto, contrariando mi pensamiento anónimo que me motivaba dentro de la multitud a un viaje gratis, pero bien, quise poner a prueba la nobleza de la sociedad , y así esperé. En mi espera me puse a pensar en los camiones, su función dentro del sistema, en el mundo que transita dentro de ellos, las miles de caras que diariamente suben a un mismo cuerpo, de la burra, la guagua, el pecero. Silenciosamente me acordé de tu propuesta de vetar los ipods en los camiones para promover la plática interpersonal. Que el don hable con su compañero de viaje, de su vida, de sus deseos, sus problemas, quien quite y haga un buen amigo, ciertamente. En el pensamiento, un viejo me regresó mis cuatro pesos. No hubo más plática que eso, y me di cuenta que tal vez el colectivo, el pesero, es el único buen invento del hombre, el único que nos mantiene juntos como humanidad, el único que no depende de un gastadero de palabras. Al final, cada quien busca su destino inmediato, y creo que nos queda claro que no es de buen gusto andarlo alardeando al primero que se cruza por tu camino, ni al segundo, ni al infinito que llegue. El silencio puede ser el método de comunicación más efectivo, que nos recuerda que convivimos, porque no necesito dialogo para parame y dar el asiento a una señora, movernos cuando alguien se estruja entre las personas para salir por la puerta, así, nomas por nomas como que todos entendemos y hacemos lo mejor posible por ayudar, y entonces los camiones, tan menospreciados y malafamados, se nutren del último baluarte de la colectividad, el cardumen en el pesero, y que todo lo que afuera se mueva, desde el auto hasta la bici, su hijo bastardo, son símbolos de la individualidad caníbal de nuestros tiempos.

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