La ciudad de los fantasmas solloza en las noches de luna. Es cuando las ánimas dejan su guarida para deambular en círculos en el traspatio del epicentro religioso de su urbimensión. Penan sin encontrar salida, penan sin saber que sufren, confiados en que el planeta se acaba justo donde termina la ciudad embrujada.
Me sumergí en busca de sobrevivientes. Intentando encontrar en ellos quien me rescatara de mi naufragio. Deambule sin tocar las calles, gimiendo sin decir palabras, penando como los demás, hasta encontrarla parada sobre una puerta cerrada.
Durante la noche fingimos conocernos, mentimos a desconocidos quienes creyeron que aquellos eran viejos parceros, como si toda su vida se estuviera escrita en miradas cruzadas, en roces y bailes de tango. Levitamos un poco, intentando decir al alma algo mas sincero que unas palabras inventadas rellenas de aire.
Las noches entre fantasmas son extraños momentos fugaces. Son magia que reanima al alma de su letargo. Por que quienes penan buscan desechar sus lágrimas. Por que quienes penan lo hacen en su propia dimensión. Los fantasmas se encuentran entre si cuando mas se necesitan, cuando su dimensiones se cruzan en carne, y recuerdan lo que es sentir el amor que fluye por la punta de los dedos.
No tengo recuerdo de ella, no tengo, mas que la memoria de un sueño transparente. No existió cámara que grabara la imagen de su reflejo que consumí vorazmente. Tonto niño, sabes que no debes de terminarte la nieve antes de tiempo, si tan solo fueras paciente, si tan solo te detuvieras a ver el sol caer, tu te fuiste con el corazón sin pulso, por que tu eres el fantasma, y no quisiste revivir cuando se te acabaron las señales de auxilio, y al final solo te quedo flotar.
El hubiera no existe….
Repítelo mil veces, y créetelo.
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