El Fin.
Es de buen decir, que cuando algo acaba, es por que esta por acontecer algo nuevo. Al sur de México se ha creado una burbuja de lujo. Un mar de turquesas que se repleta de carne y hueso. Las palmas que resuenan con un beat por segundo. La paz de la selva ha muerto, la conquista del cemento se ha coronado, las luces de neón se esmeran disuadir a los terrestres de las luces originales en el manto estelar.
Adiós Hipólito.
La muerte de un amigo es dolorosa. Aquellos que se largan llevan todo consigo, no te dejan mas que el recuerdo de una última aventura, del pasado y alguna que otra fotografía donde pudieron compartir el espacio y el tiempo. Sufren los que se quedan.
Calles llena de gente, la algarabía del final, el fin del tiempo, la espera de los dias para que mueran frente a nosotros. La luna completa, penetrando con su lujuria la piel de los terrestres. Alcohol, si mucho de esto en los vasos, en los labios y las manos que lo engullen. Ojos dilatados, drogas duras, quijadas trabadas. Se nota a leguas, el degenere que se extiende como plaga. La urgencia de acelerar el proceso de locura, embrutar la razón con sustancias. Un camino entre gente, meneándose al son de la música, viendo a quien los empuja, la rubia que espera del joven con camisa de botones abrochada al pecho que le de mas de la bebida, que la seduzca con lujos, el entendimiento de la noche, de cómo funciona Playa, por que mas allá del mar y las blancas arenas, esta el amor, el sexo entendido en un coqueteo certero, el trueque entre razas para el deleite del cuerpo. Al centro una cruz de pavimento, todas sus astillas de carne y hueso. De los cuatro puntos cardinales continua entrando un río de gente, todos empujando a un epicentro, tan apretado que las pieles unidas semejan un mártir crucificado.
Mi demonio lame mi cuello, el fuerte hedor tan inconfundible me domina con su veneno, me pierdo en sus deseos. Continuo mi caminata, apurado viendo los segundos morir bajos las suelas de mis tenis. 4 minutos faltantes. Era una odisea pensar en lo que pensé, pensar que debía tener elixir para llevarme a un éxtasis en un conteo inventado por el hombre. Pero ya estaba allí, inmerso en la costumbre, convencido en ese ritual, aunque fuera uno, solo ese. Mi intención, solo era llevar al año con un vaso de ron. Cuantas veces no lo hice, cuantas veces fue el objetivo, la razón de estar en los lugares. El vicio coronado.
Hasta el momento todo según el itinerario, aquel viejo amigo en la barra entendió mi urgencia, me dejo abusar de la espera de otros por mi trago. El mío tenia prioridad, en mi cara estaba pintado. El regreso no se hizo esperar, los pasos se aceleraban con los segundos, se exponenciaban con los centímetros. La marea de cabezas totalmente inmóvil, estancados unos con otros.
Me volví un barco rompehielos del polo, imparable antes los icebergs de quejas, los brazos que intentaron detener la fuerza de mi avance. Era posible, aun que mi cuerpo quedara apretado entre las paredes humanas, contenía la respiración, si acaso mi vista que cruzaba con una mujer que se veía lejos de estar divertida. Las manos sucias del mundo. Las señales, la negra factura del fisco. Sufre mas cuando uno no se puede despedir de sus amigos, cuando voltea a buscarlos y no esta. Las partidas de la despedida carecen de sonido, solo el acto natural de sentirlo conmigo cuando descubrí su vacío, atrás de mi el hormiguero, los ojos intentando inútilmente localizar una aguja en el pajar. Hipólito se fue, mi viejo amigo de aventuras no bailara con mis ojos mas, y apenas hoy, lo extraño.
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