El paso continuo de las hordas del mar en su conquista por mas tierra, ahora se encuentra con un fiel contrincante en la Riviera Maya. Las olas se han detenido frente a Playa del Carmen, inmersas en curiosidad por los enormes tubos de 36” por 6 metros de longitud que se apilan sobre la arena. En la orilla del Hotel Gran Porto Real, el agua ha destapado la corteza de una barricada de costales rellenos de cemento que se usaron para detener el paso del agua. Y es que el mar se ha vuelto insaciable. Ya no son los huracanes con su fuerza quienes roban los granos de arena, sino el oleaje continuo que va mordiendo poco a poco el pastel de arena, cada minúsculo granito como si fuera su comida preferida. O talvez es agua empujada por agua nueva que llega desde los polos, los turistas y locales lo comentan entre voces, será acaso una señal del calentamiento global.
Para los hoteleros, restauranteros, para todo quien subsiste de Playa del Carmen perder la playa es palabras mayores. Es de suma importancia mantener la blanca arena que con su contraste con el agua turquesa, imagen bandera de un punto turístico reconocido a nivel mundial. Es la razón por la que turistas llegan a vacacionar, a permitirse el lujo de vaciar sus carteras por la comodidad del trópico desarrollado. Pero sin playa, que quedaría de este pueblo turístico, poniendo en jaque su propia existencia. Su propio nombre carecería de sentido, Carmen sola, sin arena, sin turistas, de vuelta al abrazo de la soledad natural. Pero eso no es posible, por que playa es del Carmen, y o vive con ella o muere en el intento.
Entonces vemos que desde la raíz de su nombre, Playa del Carmen necesita de su arena.
La solución pareciera sencillo, si lo que falta es arena, es cuestión de encontrar donde sobre y rellenar donde falta. Son esas ideas que en el micro mundo son sencillas, un niño se empeña en construir un castillo de arena para frenar el paso de las olas. Al final el pequeño llena su cubeta con arena seca, regresa a la pared principal y vierte sobre las ruinas los cimientos de un nuevo imperio.
La avenida Constituyentes, una de las venas principales de Playa del Carmen, podría decirse que termina dentro del mar, pues sobre tierra se conecta con el muelle Ultramar, donde uno puede tomar un barco a la isla de Cozumel. Ahora no hay paso. Listones de precaución se sostienen sobre la pierna de las palmeras. La maquinaria pesada espera ansiosa usar sus colmillos en la tierra, los hombres hormiga merodean por la playa, ansiosos miran al mar, sienten la arena, fuman al sol. Los tubos metálicos se han de conectar uno con otro para recibir de la draga un poco mas de 800 mil metros cúbicos de arena traída de un banco al norte de la isla de Cozumel.
El proyecto de recuperación abarcará 4 kilómetros 200 metros de playas, iniciando en la Avenida Constituyentes y terminando en la zona hotelera de Playacar, región que ha perdido casi por completo las arenas que ofrecen a sus huéspedes.
Mala jugada para aquellos turistas que llegan de Norteamérica y la vieja Europa escapando de los frios invernales. Pobres de ellos quienes habiendo trabajado todo el año para sus vacaciones en el Caribe, llevarse la horrible sorpresa de un escenario lleno de maquinaria aceitosa y una escandalosa sonata de motores con poco ritmo. Impotentes se dedican a tomar en el bar all-inclusive. Algunos miran curiosos el movimiento de los hombres de la arena, imaginando como se vera la nueva playa cuando estén volando de regreso a sus países de origen.
La maquinaria se encendió el domingo 10 por la noche y no piensa parar hasta que la tierra se haya encimado sobre la espuma del mar. El enorme brazo de la grúa conecta una a una las tuberías como si fueran apenas popotes, mientras en completa sincronía trabajan, ganando al día un poco de terreno mas cercano a su destino final.
Un chequesote por 102 millones de pesos ha sido liberado. El gobernador del estado de Quintana Roo tiene la cresta alzada, orgulloso de visitar la zona de recuperación.
Los ojos de todos están puestos en el ruido, en la nueva arena que amanece mañana con mañana. Los lancheros están nerviosos, algunos otros restauranteros se preguntan cuantos metros crecerá la playa, se preguntan que pasara con su establecimiento que presumían frente al mar. Algunos se quejan, argumentan que es esa misma arena la que amortigua la entrada de los huracanes desde el Mar del Caribe.
Las incógnitas nacen día a día mientras continua este enorme proyecto. Unos aplauden, y otros se encojen en el escepticismo. Algunos se preguntan cuanto tiempo de vida tendrá el proyecto, si los arrecifes serán afectados. O el fatalista que ve la maniobra como patadas de ahogado, como si las hormigas fueran capaces de frenar la pisada de un enorme elefante.
Aun así, al final mientras Playa tenga su playa, los turistas continuaran llegando a descansar mientras tiran dólares de sus bolsillos, y por ello la ciudad continuará su vida, en la ciudad maya que desafía las reglas de la naturaleza.