Al cielo susurran que este día de
luz no tiene horario. Sin segundos ni minutos, sin horas que pasen por el reloj
no hay tiempo que pueda vivir. Un día como estos es bueno para cambiar ciertos
detalles, esos que en el fondo sabes ya no sirven de nada. Para mí fue dar un
paso que no sabía cuando iba a darlo. Antes de darlo incluso pensar en avisar
(como si fuera a expulsarme en una cabina fuera del planeta). Es que para los
tiempos, lo que hice es un sacrilegio. Qué hice. Di de baja mi cuenta en
Facebook. Ya sé. Tan estúpido darle tanta importancia. No es nada, y al mismo
tiempo fue algo muy importante. Nunca pensé que llegara a tener tal valor, que
me tomara tanto en navegarlo, ese océano sin sentido. De pronto ver a otros me
hace ver lo tonto que es estar allí, pegado como molusco esperando comentarios,
comentando pero sin sustancia. Allí se perdió una parte de lo verdadero, la
esencia de estar vivo. Por eso me alejo un poco, aunque la verdad es que sigo aquí,
respirando en el mismo sendero. Cierto este que seré el asceta moderno, sin
cuenta no cuentas, pero también me di cuenta que últimamente no quería hablar
de mucho. Me ha gustado estar en silencio. Poco a poco me ha gustado el sabor
de no hablar; porque hablar sin sentido me convulsiona. Aunado a esto, hoy mi
laptop entro en paro cardiaco, por ende, cualquier lugar a donde vaya es seguro
que no tenga un comentario sobre mi apreciación. Que pase lo que tenga que
pasar. Yo seguiré con lo mío.
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