Hoy no me sale eso de escribir...
Los sujetos se tropiezan con sus adjetivos. No encuentran la mano de su predicado. No saben donde detenerse a respirar, no saben si son mudos o si es deber ser imperativos. Los personajes no leyeron sus guiones, contrataron a no profesionales que tienen vergüenza de improvisar incluso en su propia vida. Hay temor del maestro de gramática. Hay paranoia colectiva; lo imaginan como un verdugo de cuero que con sólo apretar su gruesa mano al cuello de una palabra le aplastaría la existencia. Nadie quiere participar. Asustadizas se esconden en sus cuevas de esa montaña alfabeta, sollozando, a la espera del héroe que venga a reescribir sus vidas. Sin palabras, cada letra queda sola. Abandonada. Desconocen el potencial que yace dentro de ellas, poder convertirse en algo más grande que sí misma, libre en un poema, épico en el mito, impreso a la eternidad.
Los sujetos se tropiezan con sus adjetivos. No encuentran la mano de su predicado. No saben donde detenerse a respirar, no saben si son mudos o si es deber ser imperativos. Los personajes no leyeron sus guiones, contrataron a no profesionales que tienen vergüenza de improvisar incluso en su propia vida. Hay temor del maestro de gramática. Hay paranoia colectiva; lo imaginan como un verdugo de cuero que con sólo apretar su gruesa mano al cuello de una palabra le aplastaría la existencia. Nadie quiere participar. Asustadizas se esconden en sus cuevas de esa montaña alfabeta, sollozando, a la espera del héroe que venga a reescribir sus vidas. Sin palabras, cada letra queda sola. Abandonada. Desconocen el potencial que yace dentro de ellas, poder convertirse en algo más grande que sí misma, libre en un poema, épico en el mito, impreso a la eternidad.
Pero hoy que desconocemos el
paradero del punto final, simple y sencillamente, no me sale eso de escribir.
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