No hay nada mejor que cuando, por
sorpresa, el débil propina un golpe certero al fuerte. Le saca el aire. Le
dobla las rodillas al suelo. Lo sorprende en su lado más fuerte. Nace la esperanza
donde todo estaba decidido. Es ese momento donde la señora justicia mete mano
por nosotros. Los que nunca se toman en cuenta. La vertebra de un país. Me
gusta todavía más que sean los que menos pensamos lo que se avienten al ruedo. No
hay mesías, hay masas consientes.
Dicen que a los jóvenes se hereda
el futuro, pero nunca los toman en cuenta para formar el hoy. Ya te tocará, les
dicen. Y ya para cuando nos toca, se tomaron, neta, todas las peores
decisiones. Se abandonó el curso, se saquearon las cuentas, se construyeron sin
pensar, se cultivo el odio, despidieron en masa, se contaminó en exceso.
En la escuela y en casa te
dicen, un día te darás cuenta que no puedes cambiar al mundo. Y entonces cómo
que te la crees y te adaptas a la realidad.
Nosotros afuera estamos
contaminados de realidad: las facturas, los miedos, las frustraciones traficas
que pasamos de generación en generación, el sinsabor de la rutina donde uno vence
solamente solo, la aceptación de todas
las anteriores como predeterminado. Nosotros afuera no creamos cambio, nosotros
afuera lo prolongamos empujando lentamente la espina al ojo.
Por ello hoy me sumo, me manifiesto joven,
hippi, fresa, desempleado, artista, graduado, naco, perdido, idealista,
caminante, amoroso, soñador; que no hay límites que no podamos redifinir nosotros mismos.
Que mejor que cambiar al mundo
cuando en verdad crees que puedes cambiarlo.