Ante la irremediable situación de situarme justo en medio de donde no deseaba; miro sigiloso a mi alrededor. Las caras hablan unas con las otras. Sus voces se difuminan entre las voces de los demás creando un estruendo de altisonante, un aturdimiento terrible. Sin embargo en las voces nace un gemido profundo. Algo muy común, casi imperceptible al oído poco educado. Y sin embargo esta allí: latente, prolongándose entre los hilos de sus conversaciones. Volteo a mi mano con su vaso vacío. Los volteo y miro sus caras hablando entre lágrimas. Sus sonrisas escudando la baba de sus sufrimientos. Si mi mano fuera tan poderosa quitaría todo esa carga. Pero luego noto que muy dentro de mi también chifla ese dolor. ¿Qué hago en medio de este lugar? ¿Qué hago donde nunca fui invitado? Entonces me vuelvo una piedra. No soy ese que ustedes ven. Soy una creación de su imaginación. Fui todo aquello que ustedes quisieron de mi. Si, di todo lo que pude y nada recibí.
Error: dar siempre debe ser un acto imperceptible.
Cierro los ojos y escucho tu voz.
Has una fiesta contigo.
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