Bisiesto



Hubo la promesa que sería eterno. Que todos tendríamos todo lo mismo, el sueño, la casa dorada, coches de lujo, un romance de película. Pero el sueño se volvió una pesadilla. Hubo un momento en que los dias se perdieron en sus ansiedades por conseguirlo, en tristezas crecientes y miedos cultivados en ciclos; siempre mirando exactamente a donde fueron obligados a mirar. Allí donde hay nada, los anuncios prometen todo. Desde afuera se levanta el oscuro palacio de Lecumberri. Pero hay truco. Los barrotes fueron herrados en aire, las paredes levantadas con falsas promesas, la boca de luz ilustrada con crayola. El actuar de la secta de los gregorianos fue perversa desde el inicio. Una astucia premeditada, engatusando a cada día para que participase en una ópera de mentiras. Sin pensar, uno a uno fue cayendo en las fauces de una prisión sin sentido. Se formaron divisiones, se le repartieron camisas, efemérides, asuetos y un todo repertorio de actividades, sensaciones y limites en el que cada día podía moverse sólo y sólo si no se quebrantada aquello prefabricado. Sirvió por un tiempo; la repetición constante se vuelve costumbre. Pero fue hasta que el mismo tiempo hizo ver a los gregorianos que hubo un error, uno grave. Dentro de todo, hubo una fuga. Un idealista que salió caminando tranquilamente por arriba de las falsas fronteras; derrumbó el templo de la esclavitud y volvió con esa lucidez que brilla en las palabras, para recordar que todo ha sido libre desde el principio, y que sólo basta mira al cielo, y respirar.

Fiesta Grumosa



Ante la irremediable situación de situarme justo en medio de donde no deseaba; miro sigiloso a mi alrededor. Las caras hablan unas con las otras. Sus voces se difuminan entre las voces de los demás creando un estruendo de altisonante, un aturdimiento terrible. Sin embargo en las voces nace un gemido profundo. Algo muy común, casi imperceptible al oído poco educado. Y sin embargo esta allí: latente, prolongándose entre los hilos de sus conversaciones. Volteo a mi mano con su vaso vacío. Los volteo y miro sus caras hablando entre lágrimas. Sus sonrisas escudando la baba de sus sufrimientos. Si mi mano fuera tan poderosa quitaría todo esa carga. Pero luego noto que muy dentro de mi también chifla ese dolor. ¿Qué hago en medio de este lugar? ¿Qué hago donde nunca fui invitado? Entonces me vuelvo una piedra. No soy ese que ustedes ven. Soy una creación de su imaginación. Fui todo aquello que ustedes quisieron de mi. Si, di todo lo que pude y nada recibí.


Error: dar siempre debe ser un acto imperceptible.


Cierro los ojos y escucho tu voz.


Has una fiesta contigo.


Los Temerarios

...

Julio lo mira. Su cara transformada por una rara clase de angustia. Pierde los ojos sobre su limitado perímetro para con la mano volverse a tomar la atención. Él mismo había preparado el designio. Que mejor para un profeta que él mismo preparar las certezas con pulcra sincronía. Pero está la caja vacía. Tu caja. Había mil palabras que habia guardado con ternura para construir con ellas bellos poemas que nunca leerías. Un respeto tácito. El pasado en un acto irrevocable. Se encuentra allá, mas allá del horizonte de las memorias que se distorsionan fácilmente con cada paso a la tienda y de vuelta. No es el mismo sol. Aunque en el fondo si lo sea; pero no puedes verle la cara, un color parece siempre ser el mismo. Igual y es uno quien cambia, hasta tu has cambiado. Pero el sol de alguna u otra manera se luce de la misma manera, con su misma radiación ultravioleta. Creando toda sombra a su paso. Las sombras son huellas de lo que alguna vez fue. Y sin embargo eso no tiene tanta importancia. Julio mira la caja. La caja de Abril. Mira la ventana. No importe que tanto mire; Abril esta en su mente. Esta en su mente porque todo lo de ayer fue el ultimo momento en que verá Abril como esos versos a su reina. Pero había un morbo. Estaba en sus manos. Narrador temerario. Era cuestión de mover las manos de cierta manera. Escribir el espacio del encuentro. Decir las palabras correctas en el momento indicado. Exorcismo sin agua bendita. Palomitas endulzadas en primera fila. El primero en ser fusilado. Ser el primero en sufrir las delicias de una seducción ajena. Confundir los recuerdos. Los besos nunca más serán tuyos. Estaba Marzo allí, Marzo a quien desde un principio invitaste en tu trama. Talvez nunca lo previó. Seguro en un momento supuso el suceso. El momento siempre llega para todos, un espacio donde las reglas y las sorpresas existen en una relación directa con nuestros propios deseos. Nos merecemos la mayoría de las cosas que nos pasan. Atenciones y aplausos son siempre bien merecidos. Al menos la obra salio a la perfección. Justo como lo planeaste.

Monstrito Dolor

...


Hoy nací con un nuevo dolor. Un pequeño monstruo feroz, de dientes afilados y garras que a la vista lucen nada saludables. La bestia muerde rabioso mis músculos, tal cual su hambre solamente fuese satisfecha por ésta mi carne, pronombre del mejor taco de la zona. Desde primera hora, no me abandona en ningún momento. Invade toda mi privacidad. Por la madrugada lo encontré abrazado a mi debajo de la cobija. Se baño con mi mismo jabón. Se vistió con mis prendas. Ni el agua ni el insulto lo espanta. Es aferrado de grandes ligas, tal como su dueño. Incapaz de agacharme, camino con las cintas desabrochadas, dejo pasar monedas de gran valor en el piso, imposible mover bichitos en la autopista de las ciegas piernas. Entonces comprendo su interés por estar conmigo por el día completo. No me apetece en lo más mínimo. Maldito dolor estropeas mi paz. Y sin embargo me dice, compa, existo aunque no siempre te visite.



Ante lo inevitable, decido por un recibimiento con honores al visitante de paso, uno al que atenderé con el lujo del motel de las afueras. Un visitante que solito se retirará cuando reciba de mi parte un tacto amable y excelso comfort de primer mundo. Un visitante que no aguantará la paz del reposo y de una musiquita suave, mientras el sol me acaricia la piel en la punta del balcón.