La noche se encaramó sobre mi espalda. Caida, gorda, poco solemne. El andador hasta el tope. La ciudad en su tipico frenesí. Nunca solemne, para nada. Al interior de su boca no eres nadie, eres unas gafas oscuras, eres un grupo que se divide del otro. Eres una pulsera andando entre muertos vivientes que bailan y no saben por que bailan. Y no esperaba nada. Mucho menos algo de ti. Pero el mensaje estaba clavado en mi frente. Fui un ciego, un sordo. Detrás de mi como el amanecer. Pero estaba tu vista afuera. Evasión. Hoy el mundo está contra ti. Has de aprender la lección a punta de golpes. Nadie te querrá adentro.
Un hombre vendrá por ti y te dirá: No eres Bienvenido.
No quiero estar triste, pero no se como hacerle para no estarlo.
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