Me paro frente al fregadero, su boca abierta exhalando su fétido hedor a sobras de comida. Las burbujas de jabón intentan un ultimo vuelo de escape, pero se revientan frente a mis ojos causando un enchilamiento que repito en altavoz. Verga madre. Lo digo alto para que conozcan mi realidad, de la madre, que sepan que vengo de ella, y de la verga pues como toda discusión no existe ovulo que valga sin esperma que lo pele. ¿Dónde estan los guantes de hule?
Los guantes Pook los esconde bajo los sartenes, por que ella piensa que son de ella, y le desagrado la semana pasada ponerse los guantes con el dedo índice engrandecidos por mi dedo. Sus dedos son pequeños, ella lo nota con desagrado. Profana el aire. Pero nadie en la cocina entiende tailandés, entonces el chef continua haciendo el corte de rib eye y el polaco dedica el ocio a formar figuras con su centenar de balines magnéticos que compro en el mercado de Camdem.
¿Quien corto el dedo índice del guante? Y solo un guante, el izquierdo. A mi que me sirve un guante contra los enemigos de la grasa y el agua hirviendo. Reconozco el pequeño corte que han dejado en el guanto, miro su taza, se la cambio por la taza de jabón.
Pook pide té verde. Lo toma mientras espera los platos de la mesa cinco. Le revienta el hipo desde el tórax. Libera dos burbujas al aire, flotan, se esmeran en conocer la cocina. Ilusas. Pook toma el cuchillo y las rebana, esconde el diminuto cuchillo adentro del guante.
Justo a punto de lavar los trastes, inserto los guantes en mis manos, siento una punzada en mi piel, me rebano el dedo índice cuando ajustada el guante a mi mano, el dedo cae a las fauces del fétido fregadero, el chef ríe cuando mira que el polaco delineo con los balines un pene gigante en la puerta del freezer. Miro mi mano ensagrentada, goteando sobre la taza de café, tomo la taza con la mano derecha y miro el guante sin el dedo índice. Me lo pongo y continuo lavando platos.
1 comentarios:
apfff....
me encantó. tantas imágenes.
un abrazo
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