Como te mireN te tratan
Aunque nunca dejes de ser quien realmente eres
Por Renné Sánchez
Camino lento, con el tiempo de sobra para que no llegue la prisa abrumarme. Incluso, pensaba llegar temprano y donar mi trabajo a los patrones. Nicolás el desarreglado argentino y Kristen alta y formal neozelandesa. Pero no era para tanto. Preferí caminar. Sin prisa. La señora pasa cojeando junto a mi, un apretado arete se postra en el orificio de su nariz, me parece una gitana, no sonríe, solo me mira, cojea de su pierna derecha, alguna herida del pasado, cicatrices que nunca desaparecen. Tiendo a mirar las caras de las personas, pero para no ser grosero nunca miro a los ojos de las personas, talvez sea por miedo. A que. Ni se. Dicen que no puedes juzgar un libro por su portada. Eso lo aplican a los humanos y sus relaciones.
Lo pienso un poco. Definitivamente, siendo literal, no puedes juzgar un LIBRO por su portada. Como a todos los que aun leemos, he tenido la desgracia de vislumbrarme con hermosas y coloridas portadas, con la mala dicha de contener en sus adentros historias que desaparecen con cada hoja, que incluso causan una ligera nausea en mi interior. Cuando de igual manera me he topado con varias joyitas literarias con no tienen portada, ya saben, solo tienen portada por que sin ellas las hojas no se reunirían, son esas de un solo tono abrazando al titulo, nada a la imaginación mas que el universo creado por el baile de las letras.
Pero en el humano, me atrevo a juzgar que es posible deducir a través de la portada. Las facciones de nuestra cara, la postura de nuestra espalda, la forma en que movemos las manos, si miramos arriba, abajo, a la derecha o no miramos. Incluso como vestimos, colorido, arreglado, desproporcionado e incoloro, representa algo.
Una joven de lentes se me acerca en la parada de West Kensignton. Su piel es blanca y su cabello oscuro, envuelto en trenzas que cuelgan de su cabeza. Viste holgada, con unos pantalones cortos y sandalias en los pies. La había visto unos minutos antes pidiendo fuego en la tienda del afgano. Llega fumando. Me pide dinero para el camión. No tengo le respondo. En verdad no tenia, odio dar explicaciones. Pero es obvio que me pediría, mírame, si me viera en un espejo yo mismo me pediría dinero, ¿tienes? obvio que no, pero engañas con tu imagen. Tienes hermosos labios, me dice. Pudiera haberla besado en ese momento, pues ya había notado que había dejado de hablarme a mi y ahora se dirigía enteramente a mis labios. Sonrío. Se contagia. Mitad irlandesa, mitad húngara. Excelente combinación le adhiero. Charlamos un poco mas, olía su hedor a cerveza con tabaco. Es derecha, de ese lado fuma. Fumo con ella.
Me mira el saco, me dice que es hermoso. Estaba justamente en ese lugar, esperando el camión para irme al trabajo, por eso visto bien.
Pero hoy no visto como soy.
Si lo supieras.
Hoy soy como tu pero disfrazado.
Zapatos negros, pantalón negro, cinto negro, camisa negra, soy la sombra andante aunque de no muy buena calidad. Pero desde el mundo de mi espejo, acepto que doy buen lejos. Excreto formalidad. Me peine a mi lado derecho, me miro en el espejo tan diferente ayer, casi no me reconozco, desconozco quien eres, quien soy, tienes aires de ese yo de ayer. Me llamo igual, eso lo se por que así me nombraron en la mañana. Víctor. Claire. Te envidio por tu hedor, ya quisiera yo tenerlo, no me repugna en lo mínimo, la miro a los ojos, ella también, y luego el camión ruta 391 me mira, y yo lo miro, y la miro, es mi camión le digo, entonces se me acerca, le beso la mejilla derecha, le beso su mejilla izquierda. No ha olvidado sus primeras palabras, me espera, tierna cierra los ojos, tomos sus labios con los míos. Me despido.
0 comentarios:
Publicar un comentario