Pride Parade. Orgullosamente Homosexual
Por Renné Sánchez
Let there be love…
Adán merodea por los verdes pastizales que brillan debajo de un cielo primaveral. Un sol chilloso abre con sus rayos los pétalos de los dulces frutos en el jardín del Edén. Adán no tiene mucho de que preocuparse, se alimenta con los regalos de la tierra, toma del agua cristalina y pura que recorren las venas suelo, vive bien bajo el yugo de su dios. Aun con todo, mientras se sienta debajo del sauce, Adan se siente insatisfecho. Solo. No practica el lenguaje de plantas ni animales, y por mas inteligente que es, no es capaz de inventar a alguien con quien compartir tanta felicidad. Entonces su dios, científico de profesión, tomo una costilla del costado de su hijo, lo metió en una probeta esterilizada y le clono de si un compañero, otro hombre. Su nombre era Steve.
La pregunta fundamental siempre es, el homosexual nace o se hace. Para ser justos, dice mi psicóloga, la mitad nacen, la otra mitad se hacen. Históricamente una minoría discriminada y poco entendida. Religiones y gobiernos han apuntado sobre la homosexualidad la causa del deterioro moral en la sociedad, como si de sus gustos sexuales partieran las atrocidades de la humanidad.
Aun así han sobrevivido a esto y muchas otras fatalidades en el tiempo. En la actualidad, en algunas de las metrópolis del planeta, gays y lesbianas han alcanzado una representación justa en las políticas públicas, el reconocimiento como parte integral de la sociedad, sin discriminación ni segregación.
La lucha política contemporánea puede atribuirse al movimiento gay en los setentas de San Francisco. Era el tiempo de Harvey Milk, reencarnado recientemente al cine en el cuerpo de Sean Penn, recomponiendo su lucha en el conocimiento de las masas. Búsqueda de políticas que los incluyeran como personas, recibir trato digno y igualitario para cuestiones laborales. Derechos de asociación, beneficiarios de montar una familia, criar un hijo. Partiendo de allí, en muchas de las ciudades del mundo, homosexualidad ha dejado bien clarito que su existencia no es un privilegio, sino un hecho que aceptar.
En Soho dentro de Londres, los hombres se ven tomados de la mano, con ojos coquetos se sientan a tomar una cerveza, a conversar y conocerse. Las banderas inglesas se tiñen de rosa, ondean sobre los negocios un arcoiris sin ataduras a la lluvia con luz. Se acerca el 4 de julio, lesbianas, gays y transexuales preparan sus mejores indumentarias para tomar la calle con orgullo. El Pride Parade es su festejo, este día ellos son el icono. Salen del closet vistiendo glamorosos atuendos de brillantina y falda corta. Se besan con todavía mas amor que ayer, sin un gramo de pudor, entre labios que se reconocen en un vals sin pasos.
Sobre el orgullo-pride, Alastair Crow, representante juvenil del LGBT( Gay, Lesbian, Bisexual and Transexual) opina que el desfile representa la oportunidad de mostrarse como uno realmente es, sin nada que ocultar. Para aquellos curiosos que miran, les muestra que hay algo por lo cada quien debe sentir orgullo. Nosotros somos nosotros, nunca mas volvemos al closet.
A la una de la tarde, los carros alegóricos han tomado Baker Street. Se ordenan según sus lugares en el cronograma, que nadie se equivoque, las policías lesbianas, bomberos gay, los trasvestis adornados como cinderelas. Enormes banderas tapizan la calle para que las aves se confundan con el arcoiris que recubre la típica negrura del asfalto. Giran sobre Oxford Street, la congestionan con música, bailan disfrazados, animados, excitados. Los mirones se paran sobre la banqueta, arriba las mujeres abrazan a sus mujeres, los hombres visten diminutas prendas que no dejan mucho a la imaginación. Comentarios se derraman al aire, míralo, que sexy es, lastima que es gay, mira que niña tan hermosa, si me hubiera conocido antes no seria lesbiana. Típicos diálogos fuera de contexto de los bugas (heterosexuales). Al final Trafalgar Square espera con un castillo de bocinas en el escenario, una lista de artistas homosexuales o afines enlistados, de esos que les encanta la fiesta nunca acabe.
Simultáneamente en Soho no se permite la entrada a ningún automovil. Soho es una zona que con el tiempo fue conquistada por gays, lesbianas y trasvestis. Territorio seguro, de mente abierta. Las risas se embriagan rápidamente, los bares venden pintas al por mayor, globos de colores, condones gratuitos, una comunidad de drag queens se reúne en las banquetas exhibiendo sus coloridos plumajes atado a una mirada sensual.
Jóvenes, muchos jóvenes. Alastair comenta sobre esto. “El Pride Parade ha servido de puente de seguridad para muchos jóvenes que apenas descubren su sexualidad. Les ha demostrado que no están solos en el mundo, que no es una enfermedad en lo mas mínimo. Que no existe vergüenza alguna en amar a alguien de tu mismo sexo, al contrario, es algo para sentir orgullo, pues cuando uno se acepta en el mundo, no hay razón para no ser feliz.
El problema del mundo es que esta regido por discursos impregnados en odio. Lo que se necesita es que todos adoptemos una filosofía de vive y deja vivir. No solo para que acepten a los LGBT como personas, sino aceptar las diferencias entre religiones, razas, clases sociales. Pero esos cambios solo pueden cambiar con el tiempo, dando pequeños pasos. En algunas ciudades la apertura es grande, somos aceptados integralmente en la sociedad, pero aun existen ciudades en el mundo donde gays son apedreados a muerte, concluye.
Por ello, este día es su día. Este día, salen del closet miles de la ciudad, ejecutivos, maestros, jóvenes, y abuelos. Se toman de la mano, se unen a la lucha. Día a día, dice, se gana terreno entre la población. Solo así, día a día, como se puede y debe vivir. Ya ahorita por mientras dejemos al alma bailar. Ha llegado la batucada mas multicolor del mundo, sin camisa y con un collar de picos rosados, el maestro de orquestra ordena, hoy, hoy nos respetamos, hoy nos celebramos.