Pequeñas Anecdotas del Rock Británico
Por Renné Sánchez
Es difícil para el técnico en sonido del estudio EMI en Abbey Road, en comprender las formas musicales que estos nuevos músicos buscan crear con los sonidos. No le es posible entender por que no capaz de escuchar el futuro, mientras ellos, están tocando música de mañana.
Detrás de cabina se mira a John concentrado al lado de Paul, mientras George y Ringo esperan ansiosos que empiece la primera tonada de la canción. Saben que les espera una de las mejores sesiones de creación que solo en la privacidad de un estudio se puede lograr. Las notas de las futuras canciones ansían ser descubiertas. Los dedos que saborean las cuerdas de la guitarra, el platillo que mira deseoso que lo reviente la mano dura de Ringo.
Ya el mundo reconocía quienes eran aquellos muchachitos ingleses de traje y cortes delineados. Esos Beatles habían llegado para cambiar las formas. Existe un antes y un después en el rock. Revolución. Si claro, todo es posible en 1969. Solo ellos sabrán que paso entre sus mentes y las terminales de sus instrumentos, pero al parecer quedaron tan satisfechos con el producto, que no dudaron en homenajear al lugar como el titulo de su álbum, Abbey Road. Para mostrarlo, los Fab Four salieron afuera de los estudios y pidieron al fotógrafo Iain Macmillan que tomara una fotografía de ellos cruzando exactamente la calle de Abbey. Las líneas de pintura blanca que rompen al pavimento dan pie a sus pasos, uno tras otro, hasta que los cuatro terminaran en el acto cruzando la calle, y Macmillan tomara la famosa fotografía. No sabían que desde ese momento, cruzar esa calle se volvería un acto de culto para todo beatleriano en el mundo.
Las húmedas calles londinenses no alcanzan a secarse por un frío que las merodea en la noche de viernes. Aun así, cerca de Tottenham Court Road, una larga fila de jóvenes estrafalarios se forman para entrar al almacén del UFO. Creado en las mentes de John Hopkins y Joe Boyd como espacio alternativo, primeros en dar escenario a uno de los grandes grupos que ha dado la escena musical británica, Pink Floyd. Un oscuro escenario recibe a 4 misteriosos personajes postrados en su universo musical, los visuales que iluminan las paredes del local. La gente vibra ante la psicodélia que resulta de la progresión en su rock, justo atrás, se encuentra John Lennon vistiendo un pesado saco de piel y gafas oscuras. De fondo la sinfonía del Interestellar Highway, la obra que estrenaban en el lugar. Aunque vibra con los tonos, los ojos de Lennon no se fijan en los músicos, si no en una joven oriental, Yoko, que arriba de una escalera metálica dibujaba con su cuerpo las delicias del momento. En su mano derecha unas tijeras, que movidas por el hambre de vivir, se dirigen a sus ropas cortándolas a la mitad desde su piernas. La acidez de su performance estaba llegando al clímax de existencia. Había desnudado su alma con Pink Floyd orquestado su momento en el presente.
En algún almacén de la ciudad gris, rechinaba un teclado alterado, jugando con los sonidos no convencionales, nunca escuchados. A su oído, le asemejaban un sonido futurista, cuasi espacial. El joven Wright armonizaba creativamente con los inventos de la modernidad, jugaba a viajes en el tiempo, sus compañeros de banda, rápido se subieron a la nave.
En un sueño, Roger mira un cerdo que sobrevuela los cimientos de la ciudad. Cuando despierta, entre él y David crean simultáneamente las canciones de Shine on you my Crazy Diamond, Sheeps y Dogs. Era su método, no sabían que podía salir de sus instrumentos conectados a su mente, solo se dejaban a la libre improvisación. Luego en el estudio, se dedicaban a unir cabos sueltos, contar una historia con la música.
Para los setenta, los jóvenes habían perdida la guerra de los sesentas, la paz con armas de flor era una batalla imposible de ganar. El poder y la necesidad de trabajar habían ganado terreno entre los jóvenes. No podían quedarse a escuchar música y soñar con amor sobre el césped toda la vida. Las drogas y el libertinaje habían cobrado la vida de varios atrevidos. El sistema, paciente, había succionado de nuevo a sus disidentes. Eso era lo que debía decirse, como un paréntesis en la historia. Era el momento del disco de Animals de Pink Floyd. Para mostrarlo, una imagen de la compañía eléctrica en Battersea, símbolo de toda la energía con la que sobrevive esta ciudad industrial. Sobre ella flota un enorme cerdo. Los improvistos. Una ráfaga violenta. Las manos que sostienen el globo se ven incapaces de soportarlo. El cerdo queda libre. Ni los helicópteros de la policía pudieron controlar al gran cerdo volador. Algunos habrán reído y metido apuestas sobre el destino del cerdo. Acabo por descender en alguna granja agrícola al este de la Gran Bretaña. Esto fue parte de la imagen que sirve de portada al disco Animals, de Pink Floyd.
John Lyndon odia Pink Floyd. Le parece una música lenta, sin chiste, no alcanza a reanimar su día como obrero. Podría volverse viejo antes de que ellos lo hicieran sentir algo dentro de su cuerpo. Odia que todos se emboben con un grupo que solo es famoso por estar de moda. No quiere saber de ellos, no quiere escuchar una melodía de ellos silbada, los odia realmente, por eso porta una camisa que lo exterioriza a quien lo dude. I HATE PINK FLOYD.
No le importa mucho su aspecto. Un pésimo estado en la calidad de sus dientes. Es lo primero que notas si lo tienes frente a ti. A parte de un aura de agresividad, como una bestia salvaje, siempre a la defensiva por que el mundo eso le ha enseñado para sobrevivir. Eso de este joven de 19 años le llamo la atención a Rhodes. Le invito a un pub. Sin titubearle mucho, le ofreció un espacio en la banda que estaban a segundos de formar. Ese joven Lyndon luego seria apodado como Johnny Rotten. No querían engalanarse con sonidos de un rock melódico ni complicado, necesitaban la crudeza y brutalidad del rock, cosa que solo su hijo bastardo, el punk puede lograr. Estos serian los inicios de la banda de punk inglesa mas emblemática, los Sex Pistols.
En su máximo momento, los Sex Pistols firmaron un contrato con la disquera A&M Records, Sid Vicious entra alcoholizado hasta el rabo a los baños afuera del Palacio de Buckingham. No puede ni quiere controlarse en lo mas mínimo, tanto así que sin poder controlar sus movimientos rompe de una patada la taza del baño y queda ensangrentado todo el camino de regreso. Rotten afuera no lo deja atrás, grita sobre los empleados penurias de su vida, y Jones acosa a las mujeres que se les acercan. Ese era el estilo que necesitaban sentir los jóvenes desempleados de los setentas ingleses. Esa violencia por destruir todo a su paso, instrumentos, establecimientos, golpear a quien los insultara. Gritaron con amor en sus líricas a la anarquía, se burlan de la reina de su país, sin pudor, sin temor, sin vislumbrar el mas mínimo remordimiento.
Como en un país de décadas de tiempo, se unen los hilos por detalles musicales. Por que al final la música no seria sin escuchar lo que pasa en los alrededores. Las sintonías podrán o no tener el ritmo que buscamos. Pero pienso que la música es una clara respuesta de lo que pasa en las calles, ya sea éxtasis o hastío, en gustos se rompen géneros, y la música, seguirá siendo la lengua que hable por aquellos que merodean el universo sin comprender lo que no pueden ver.
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