Banksy. Pintando paredes que hablan
Hay algo en las paredes de Londres que me llama la atención, es un poco de esa similitud que tienen las unas con las otras. Cuadras enteras de siameses, tan parecidas entre si en el color, en su textura, me llama la atención la uniformidad de su mirada, vacía. Es este orden aparente, donde todo esta delineado, arreglado, formalizado. Orden aparente por que es incapaz de controlar a sus pequeños que viven en ella. Entre mas orden se impone, mas se da la posibilidad de encontrar su razón de existir, un ente de desorden.
Algún miembro ha decido ultrajar las paredes de la ciudad. Vandalismo clama la turba enardecida. Ordenadamente me adentro a los recovecos que marcan esta ciudad. Otros dicen que ahora las paredes hablan, les ha devuelta la vida. Para ello debía encontrar alguna pared invadida por los jeroglíficos de ese que apodan Banksy. Quien es ese tal que pinta las paredes y se burla de quien las ve. No es un típico graffiti que delinean los barrios de jóvenes. Este Banksy es mas que eso. Usador experto del esténcil, estilo grafico que utiliza la sombra de los objetos, las sombras de las formas que son las formas en si, solo que mas cruda y honesta. Su arte es una burla al sistema, el caos causado por el orden.
En la grafica del esténcil las texturas son el espacio que se ve invadido por el aerosol del artista. Para entender a Banksy, se tiene que ver mientras uno camina por la banqueta en un día normal y rutinario al trabajo, en la siguiente esquina virar a la derecha, inesperadamente la monotonía se ve partida en dos por una mucama que levanta la pared como si fuera un tapete, mirándote sorprendida en el acto mismo de esconder escombres bajo el. Una rata pintada en la pared a punto de cortar los cables de la luz. Jules y Vincent Vega sobre un espectacular publicitario amenazando con un plátano por arma, o una ventana soleada justo en el muro que separa a Israel de Palestina.
Es este tipo de sátira que el artista se manifiesta de la ciudad en ella, que la utiliza como lienzo. No le problematiza si son contenedores de basura o paredes de ladrillo en un callejonzuelo de Bristol, tanto puede ser la torre de Trafalgar como alguno de los vagones de metro subterráneo londinense. Un artista callejero, nocturno subversivo e ilegal.
Se dice de el como Banksy, supuestamente viniendo de su nombre registrado Robert Banks, pero no termino por tragármela, pues existe la posibilidad de ser solo una burla lingüística, pues el nombre puede asociarse con Robbing Banks, Robando Bancos. Ha mantenido con celos su anonimato, ya sea por alejarse de la fama que año con año lo invade desde galerías y centros de comerciales y la búsqueda de la policía para detener lo que consideran un mero acto de vandalismo. Atrevido interviniendo espacios públicos con esos chimpancés portando un letrero que dice, ríe ahora pero mañana nosotros seremos los que gobiernen, la famosa niña que ve alejarse con el viento su corazón lleno de helio, o el ya icono urbano de un protestante en pleno acto de lo pudo ser la catapulta de una bomba molotov, pero que el artista sustituyo por un ramo de flores.
Mas mi búsqueda por uno de sus esténcil en la calle ha sido difícil. Ninguna de la paredes parece en disposición de cederse al aerosol. La ciudad mas vigilada del mundo, no parece dispuesta a que un ciudadano se burle de ella descaradamente. Solo alcanzo a ver registros robados, varios locales de Portobello venden fotografías de lo que fueron paredes autografiadas con la burla de Banksy, además de camisetas y postales ahora ya representativos del glamour turístico de la ciudad.
He preguntado a varios si han tenido la dicha de ver algo de Banksy directo en la calle. Algunos me mandan a Chelsea, otros a Liverpool Street. Pero nada, demasiado tarde, las paredes invadidas han sido ocultadas por la cirugía de la pintura.
Otros me comentan que ese Banksy ya no es lo que fue en sus inicios. La fama lo ha devorado. Dicen que paredes son desprendidas con el fin de llevarlas a subastas en Nueva York. Que sus ácidos gráficos ahora se contienen dentro de la cárcel de cuatro paredes que encierran al arte, museos y galerías .
Navegando por la web me encuentro con la noticia de la recién inaugurada exposición de Banksy en Bristol. Resulta que ha invadido con consentimiento oficial al museo de la ciudad de Bristol. Y Bristol resulta ser su ciudad natal, por lo que me propuse un viaje al epicentro, encontrarlo desde su raíz. Lamentablemente ya me hice a la idea de que nuestro encuentro no será ese circunstancial que rompa mi rutina urbana, pero no puedo perder la oportunidad de leer su arte. La ciudad de Bristol luce diferente desde la entrada de la autopista, no es ese pedazo de cemento que llaman capital del mundo, es una ciudad que respira, bajo los puentes noto las cicatrices de sus habitantes. Esta viva, eso se nota.
Caminando desde la estación de autobús hasta el museo, me llevo la grata sorpresa de encontrar una ventana abierta en aerosol, un hombre de traje busca al amante que cuelga de una mano tan desnuda como toda la extremidad que pende de ella, mientras la mujer en ropa interior intenta disuadirlo. Que sutileza, puesta a los ojos de todo transeúnte, al entendimiento de toda cultura, el mensaje es simple, no se necesita mas explicación que la risa. Banksy estuvo aquí. Desde la calle empinada se ven los pilares que dan entrada al museo, lo he de reconocer pues sobre una de sus cornisas se ve un hombre vestido de amarillo y rojo. Es el Mcpayaso de las hamburguesas, pero se ve triste, con las piernas sueltas, su mirada baja a la calle, una botella de alcohol lo ha dejado abandonado a la tortura de sus pensamientos.
Una fila larga de espera, de casi una hora y media. El grafitero causa conmoción entre los asistentes, punks y jóvenes que ríen de su arte esperan ansiosos bajo paraguas para entrar a la galería. Mientras la madre lleva a su hijo, y dos señores de traje esperan encontrar la razón de tanto animo.
La exposición se titula, Banksy vs the Bristol Museum. Es una clara lucha. Ni siquiera parece respetar las reglas del museo, le gustaría que no fuera así, pero no tiene de otra, necesita de ese espacio para despotricarse de tantas ideas que lo invaden. Justo entrado nos da la bienvenida un lienzo sombreado, una casa del bosque con la silueta de Michael Jackson, de su mano ofrece un caramelo a un par de niños. La pequeña galera del museo se vuelve hogar de varios de su maniquís animados. Una jaula con un conejito que se mira al espejo y pinta sus labios. Una pecera con un fish nugget nadando. Un gallo que mira la descendencia de su especie salir del huevo, unos nuggets con patas. Al fondo, un piolín espera sentado en su jaula, pero no es el mismo canario amarillo que vimos de jóvenes, lo ha vuelto viejo, arrugado, la textura de su piel ha perdido su color, sus plumas ahora son canas pálidas, sus ojos apenas y se abren, ese gato nunca llego.
Su arte no es mas sino una mirada burlona de la realidad. Es mostrar lo cotidiano con humor, mezclar la violencia con el amor, la rebeldía con la familia, la humanidad con lo salvaje. No teme en romper corazones ni causar controversia. Tres de sus pinturas parecen ser bastante claras. Sobre el fondo verde corren policías vestidos con sus apretadas protectores antimotín, pero estos guardianes que imponen el orden a través de la fuerza, se ven felices correr por el pasto tomados de la mano y en la otra un ramo de flores. El parlamento ingles, de donde las decisiones políticas que rigen el país, es presidido por una cámara de chimpancés. Un anarquista se prepara para ir a la manifestación, no sin antes una peinadita y la arreglada del paliacate de las manos de su madre.
La oportunidad de verlo a cumplido las expectativas. Su arte es una respuesta a las incongruencias que se nos venden día a día. El lo único que hace es hacerlas notar, ya sea en una galería o en la pared que se cruce su camino. Algunos viejos conservadores podrán decir que es un mero acto de vandalismo. Puede ser, no lo considero dueño de las calles, pero aun así, hace bastante tiempo que un acto vandálico no me parecía tan honesto y claro. Su arte en la calle, como bien dice busca que la ciudad hable libre, no venda ni controle.