Cruel Belleza


Es de buen conocedor, que el nacimiento de una mariposa representa más que las alas coloridas que llaman la atención de la primavera. Allí, en el momento de su nacimiento hay una transformación que para muchas especies resulta complicado comparar en vida propia. Es tan notorio para una oruga que se arrastra por los tallos buscando la más tiernas de sus hojas y que deba morir con la promesa de una vida futura, entonces gustosa o no de su forma ,despedirse de su mundo y encontrarse con la mágica sorpresa del renacer como un nuevo ser dotado de una belleza excelsa y una sabiduría profunda. Hemos de agregar, pues nos parece justo, que en ningún momento se ha tomado en consideración a la planta afectada, siendo que las mordidas de sus múltiples extremidades no han de ser del todo placentera, a menos que el afectado cuente con un caso de masoquismo crónico, que con tal prescripción nos es inútil objetar. Así pues comenzamos con pie izquierdo esto de la simbiosis natural, pues si esperamos en el cuidado de la oruga una hermosa mariposa, bien podemos haber sacrificado la silenciosa belleza de flor en su pleno esplendor.


Ahora bien, esto me hace recordar una pequeña anécdota que bien podrá aunar la razón de este discurso. Leve Pausa. Fue un día que caminaba por la acera derecha de Avenida Vallarta; concentrado en mi desconcentración, tú sabes, evitando a como de lugar mirar una calle atiborrada de esos automóviles y el ruido que los choferea. Entonces, aterrizando mi somnolencia me preparo al cuidadoso proceso de cruzar la calle, aquello que implica en mayor medida, el control absoluto del ambiente que me rodea. Esa luz roja me obliga a frenarme, aunque sea sólo por un breve lapso de tiempo. Pero en vez de quedarme perplejo ante el rojo del semáforo peatonal, no pude sino virar mi atención a una niña que de la mano de su madre, miraba al piso con admiración. Mira mamá, una oruga, no puede caminar, decía la niña sin que esto perturbara la concentración de la madre en la bombilla roja. Así que como ya se preveía desde antes que sucediera el acto, mire al piso para encontrar, efectivamente, una oruga choncha, de un verde pistacho intenso, y que como verazmente informó la infante, esa oruga estaba herida. No encontré vendajes ni sangrado abundante, pero su cuerpo estaba de lado, con una serie de patas al aire con lo que le impedía moverse de la rampa donde se encontrada, esa que los humanos usamos para bajar de la banqueta a la calle y de nuevo usarla para subir al extremo opuesto. Me llamó la atención que ninguna planta estuviera cerca, nada mas que metal y cemento, como si la oruga hubiera cojeado hasta ese punto, esperando un pisotón que acabara con su sufrir. Entonces yo, ecologista empedernido, incapaz de solventar la muerte cantada, decidí sin concertarlo con la oruga herida, levantarla del concreto y llevarla a una jardinera que estaba a unos cuantos metros. La deje suavemente sobre la tierra y tallos recién nacidos. Es más, espere un rato a que la oruga se desenrollara, actitud defensiva que no considero en nada provechosa contra ningún tipo de depredador. Como si taparse los ojos nos alejara del depredador.


Esperé un rato, viendo cuando se decidiría levantarse, pasaban los minutos volteaba a y la oruga aún se mantenía de lado; ni realizaba que se encontraba en otro lado; se confundirá , pensará que el pizoton vino del pies de dios, que fue tan veloz que no sintió ni un soplo de dolor, que quedó desparramado sin pena ni gloria en una rampa de mucho tráfico, y que ahora estaba en el cielo, en la entrada de un bosque maravilloso, que su vida podría empezar de nuevo, que no cometería los mismos errores que en su otra vida, intentará erguirse hasta sentir una punzada en el torso, entonces se dará cuenta que no ha muerto, que continua con la misma vida que no acaba, y para su suerte y mi terrible asombro, notó que varias hormigas salen de entre la maleza, claro, oliendo la carne. No quiero ni imaginar la cara del primer explorador que encontró ese tremendo bizcocho, regalo del cielo. Ese día ha de haber sido el mejor de su corta existencia. Entonces intuí el final de esa terrible historia, la de un bicho que ha de sufrir en carne viva y el otro ha de saciar su existencia con un banquete que le garantiza la supervivencia por una temporada más.

Triste Carta



Querida ########



Llevo varias horas con el dedo en la tecla, deliberando si en verdad debo escribirte algo, si acaso tendrán alguna función estos versos que te anhelan desquiciadamente. Siento decirte que aún no me es posible superarte, tu retirada fue lo peor que me ha sucedido en la vida. Ha dejado de importarme todo aquello que le daba sustancia a mi lucha en la vida; la tasa acelerada de deforestación del Amazonas; del atropello a una señora que cruzaba la avenida y del cual el chofer homicida huyó impune; del cielo cae escupirá brea sobre nosotros por el castigo de otros; todo eso ya no me importa, es más, lo considero un bello adorno de un castigo divino, de una nube que llueve sólo sobre mí, de un ave que caga a propósito sobre mi cuerpo sin vida, arrastrado apenas por quien sabe que, un algo muy pero muy dentro de mi que me mantiene con vida.



Te aviso, me he alejado de la gente. Más, mucho más de lo que imaginas. La gente me espanta, sus gritos, sus facciones, su alegría me parece desbordante, falsa, hipócrita. Rehuyo participar con ellos en sus jolgorios; no me apetecen. Prefiero mantenerme sentado en el comedor, prender el televisor y dejar que él me devore, le cedo todo mi tiempo hasta que se indigete, que me susurre con sus bellas historias ficticias, y al final, me quede dormido allí mismo, para que Hugo me levante a media noche y promueva mi cama como la última de mis sepulturas. ¿Pero sabes que pasa? Me despierto. Con los ojos bien abiertos y el frío intentando amarrarme con sus viscosos tentáculos. Y entonces le doy de patadas, por que me cae de amadre que esa bestia ande de metiche en mi cuarto, que lea mis apuntes privados, manosee el manojo de bananos de mi desayuno, que use mi ropa y la deje tirada, sin vida y con su frío hedor impregnado. ¡Puta! ¡Como odio a ese imbécil de mierda! Entonces ya sabrás, salgo medio encabronado y las calles se lucen en mostrarse en toda su repugnancia, llenas de basura moribunda esperando su último paso en la cadena. Veo señora de la esquina que saca solo una parte de su cuerpo, que urga con su mirada a un punto mas lejos que las construcciones o la gente que alli nos movemos, espera encontrar algún fantasma de su pasado, ese que nunca se despidió de ella ni dejó recado alguno sobre su paradero, y ella en el fondo, con el pretexto de que espera a un lechero que es consiente hace años desapareció, lo busca con una esperanza tan pero tan fuerte, que bien podría asegurar que es el único pilar que la mantiene en vida.



Entonces a medio camino me encuentro con una toronja. Allí frente a mi futuro paso la toronja amarilla, grandota y llena de jugo. Y se del jugo por que lo veo desparramado. Lejos del árbol donde nació, de esa pequeña blanca flor que fue inflándose e inflándose, y luego creció a ser esa toronja, con su propia vida, su propio pensamiento, anhelos, sueños. Me imagino el día en que decidió independizarse, la última despedida en un paño de lágrimas, sus hermanas floresitas que apenas entienden del tremendo viaje que le espera, la vieja madre que le besa tiernamente la frente deséandole buena providencia, y esa toronja regordeta y llena de vida que ansía la comer el mundo entero, un mundo más , mucho más grande que aquello que vieron sus antepasados. Entonces desciende por última vez de su hogar para sólo encontrarse con el pavimento, oscuro y mentiroso, sin ánimos de ayudarlo, de darle a entender la reglas que existen en el mundo de los humanos, por lo que la toronja cruza imprudentemente la calle sin prever que ese monstruo de acero y caucho nunca detiene su paso, mucho menos por una toronja, y que le ofrezca por su imprudencia el medio segundo mas doloroso de su vida, el preámbulo de su fin, que lo abandonen alli tirado, con la pulpa secándose al sol y sus semillas ingenuamente creyendo que sobre ese negro pedazo de chapopote podrán germinar, y entonces se acabe la descencia en el mundo, con una madre que llora y llora por ver a su hijo muerto frente a ella, y yo también derramo algo de jugo de mis ojos, por que así es esto, por que no se todavía si la casera haya pagado el servicio de Internet y pueda enviarte este texto, si es que aún existe alguna persona con la esperanza suficiente, una por seguridad mayor que la mía, para entregarte esta carta a ti, donde sea que estés, si es que existes, si es que no eres solamente una imagen creada de mi subconsciente para sobrevivir esta vida tan miserable, alguien a quien dedicarle mi corazón y la razón de todo este dolor que rodea las calles, al chofer homicida que toma angustiado un mezcal encerrado en su bañ , la madre que abraza sus flores, la abuela que continua esperando, yo que continuo caminando, con estas letras que son para ti, sólo para ti.




Atte

Yo

El Monje en Llamas


...hay dos formas de morir, dice el monje con un gato blanco dormido sobre su hombro...


Cuando el fuego te alcanze, podrás sentarte y meditar, conciente de que todo esto es una gran broma cósmica y que el sufrimiento y la desdicha, son tan ligeras como el aire que acumula las flamas en tu piel. Sólo el chasquido de las llamas serán el sonido de ambientación , de aquel acto que pasará rapidamente desapercibido.


Otra es que te dejes alcanzar por el fuego, aunque desesperadamente lo rehuyas. Que el pánico te invada cuando el fuego te suba desde los dedos hasta el último cabello, y así entres en un horrible llanto de dolor, que cada instante se vuelva uno peor, y que en las cenizas de tu cuerpo, quede por siempre ese recuerdo de un momento de sufrimiento.

TORTILLAS




Mira cabrón- me dice ahuyentando las moscas de mi imaginación



¿Ves ese letrero? ¡Dime que dice! - me ordena.



Aprieto mis parpados y concentro la vista; leo, no hay duda, dice: TORTILLAS.



¡Awevo!- exclama excitado- ¿seguro que no tienes duda verdad? queda mas que claro, con esa enorme y sencilla tipografía blanca sobre su fondo verde fosforescente. Sólo un pendejo no comprendería que allí venden tortillas. ¡Eso es diseño! - grita eufórico.



Realmente no descifraba la razón de su emoción. Y digo, entendía el mensaje, TORTILLAS, de harina o maíz sería lo de menos, solamente la certeza de su existencia en el precinto, pero no su risa cuasidiabólica, prólogo de un trance pagano, como si a través de la tipografía comprendiese al fin la verdad del universo, aquello que ni drogas ni pláticas nos habían sido suficientes para encontrar. Pronto su carácter se fue torciendo, torciendo hacia un estilo que comenzó como algo singular, interesante sin duda, pero con un abuso que poco a poco fue alejándolo de aquellas personas que les resultó incomodo adaptarse a un ser tan extraño; su barba que trasquilo en códigos, la ropa atiborrada de mensajes en pintura, su automóvil autografiado con la epifanía de una profecía contra el desarrollo humano. Aquel hombre que conocí se volvió hacia un profundo viaje con aquella visión que comenzó con esa palabra que bautiza al nixtamal de maíz típico del mexicano, el diseño semántico, la verdad detrás de cada caracter que lo dominaron sin piedad. Sus pasos eran letras, incapaz de comunicarse si de su lengua no se imprimiese una caligrafía por donde se comunicara su alma sin equivocación. Por ello, un día concluyó su habla, no consigo mismo claro, pero si con todos los que lo rodeábamos. Su realidad era uno en contraposición con la nuestra, que poco quería y podía entender, los dialectos que poco a poco se fueron volviendo lenguas indescifrables, incluso para mí. Al poco tiempo lo dieron de baja en el trabajo, y al cabo de meses le perdí la pista.



Me tarde un tiempo en encontrarlo, fue una mañana leyendo la nota de una de sus periodistas mas detestadas. Era la nota roja.



Lo que leí me era incomprensible, el cuerpo yacente, sin una fotografía que mostrase un paisaje que se manifestaba perturbador. Cuando encontré a la reportera, me contó que aquella era la imagen mas espeluznante que había visto en su vida.



No podría recrearlo, que aún me duele, solo se el título de la nota.



Hombre se ahoga en la sangre de sus propias palabras!



si, fue horrible, pero me da la impresión que para él, fue una obra maestra.