The Bloody Migrant Diary




Londres, capital del United World Kingdom.


Por Renné Sánchez


Desde el avión, los campos verdes del Reino Unido se revuelven entre las prosas míticas donde duendes y hadas mágicas se aventuran a bromear en los negros bosques de la isla. Todavía pienso en té humeante con leche e inmóviles soldados con afelpados sombreros, cuando un golpe de realidad me endurece la vista. El enorme aeropuerto da la bienvenida a un millar de visitantes, bajando atolondrados por viajar en el tiempo, hablando miles de idiomas, como inmersos en la burbuja que sobrevivió a la Torre de Babel. Caras blancas con negro, amarillo con azul, café con leche, los ciudadanos del mundo, de visita buscan refugio en el país en el centro del planeta.


La ironía. Los agentes de migración británica, primeros en recibir a los visitantes, afilan los ojos para detener a quienes osen una estadía permanente. En las barricadas del aeropuerto se comanda por un pequeño ejercito de agentes con marcados rasgos extranjeros. Caras de hindú, musulmanes y uno que otro pálido ingles en su mostrador detiene a los visitantes para el riguroso interrogatorio de bienvenida. A que viene, donde se queda, con cuanto dinero llega, a donde se queda, busca acaso trabajo, es ilegal sabe, usted me da mala espina. Pero son las seis de la mañana, la agente migratoria sabe que el día será bastante largo, que mas da, toma el mango del sello y lo impregna en mi pasaporte. Entrar para quedarte depende de suerte divina, pero muchos miles pasan, muchos de visita, muchos otros para nunca volver a la pobreza de su país.



Verdades que les duele. Alguna vez, en su larga historia escrita con tinta de sangre, buscaron animadamente la conquista del mundo. Su bandera, líneas que se entrecruzan, solo puede representar que los caminos de todas las civilizaciones llevan a este centro, un Reino Unido representado en su máximo alfil, la ciudad de Londres.


Me dirijo a Baron Court. Es lo único que se, aunque no tengo idea de lo que significa. Deseo salirme del aeropuerto. No quiero mas preguntas, siento que soy vigilado, algún agente viéndome por las cámaras, atento a mis pasos, a mis ropas, deseando que inventen una tecnología para descifrar mis pensamientos, encontrar mis negras intenciones en su país. Pero no, solo quiero saber como gastar estas libras en los aparatos electrónicos que venden tarjetas para el metro. Hago fila en un mostrador, pregunto al señor de enfrente por algo de información, me pregunta si viajare en metro, obvio pienso, pero respondo amablemente, me regala su tarjeta, según con ella podré viajar todo el día. El karma, habrá recompensado mi filosofía de no molestar para no ser molestado, camino hacia la garita que desciende bajo tierra. Trato de ingresar y la maquina me detiene. No, era una broma, ese señor solo quería deshacerse de su tarjeta caduca, volteo atrás, no esta ni para reírse de mi, talvez la sola imagen le complazca por algunos minutos de su mañana. Yo mejor pregunto a un agente, sus ojos se desbordan de desesperación, seré el décimo que le pregunta la misma pregunta, por donde, como, cuanto.

Al fin, con un ingles que apenas se aclimata en mis cuerdas bucales, viajo lentamente en el tren hacia mi objetivo. Lo único que tengo es una dirección y un teléfono. Viejos amigos me esperan en un flat (pequeños departamentos compartidos) donde tengo resguardo seguro. Camino lento, viendo y escuchando todo a mi alrededor, como captando la realidad, soy atemporal, ni yo ni mi reloj entendemos la mañana, mi cuerpo quiere hacer algo, mi mente me ordena razonar.



Prefiero no llamar, perderme seria lo coherente. Quien no se pierde nunca se encuentra. Afuera las casas con chimeneas se retuerzan entre las calles y edificios que se sustentan en el tiempo sin mayor problema. El sol osa salir entre la penumbra de las nubes, y desencadena el jubilo de miles de humanos que lo celebran mostrando su piel sin pudor.


Afuera de esa fachada inglesa asentada en la ciudad, el zoológico humano es lo que rige la estética de las calles. Escuchar el tono ingles resulta una búsqueda extremosa. Escuchas ingles, si, pero un ingles amexicanado, afilipinado, arabico, hindúes, somalí, marroquí, brasileño, canadiense, bueno en fin, día a día se crean nuevas mezclas de idioma, todo menos ese tono ingles.


Los pubs son pocos comparados con tiendas de árabes que venden cerveza en la ilegalidad de las deshoras. Quien sabe donde estarán metidos los ingleses, algunos que viajan en metro al trabajo, o se les ve tomando el té en mesitas que acomodan en la banqueta. Eso si, visten de gala hasta para saca a su perro, raza con mas pedigree que sus mismos dueños. Son gente seria, se esmeran en resaltar entre los colores, mas ellos no se necesitan de tanto color para lucir, mejor un saco de diseñador, una falda que solo tiene 10 ejemplares iguales. Todo esta reservado, todo para ellos debe ser exclusivo. Veo el Big Ben, y pienso, a las 12 se han de juntar los pocos ingleses que quedan en la isla, toman el te con leche de melancolía, pensando cuando fue el día en que Londres dejo de ser suya y se convirtió del mundo.


El viejo mundo es diferente a todo, todo es diferente a lo generalizado. Los ingleses no dictan como se hacer las cosas, solo las hacen como mas les place. No necesitan de la opulencia para demostrar su calidad. Su mismo terreno no les permite. Aquí son los detalles lo que dan el valor. Chapas en medio de la puerta, volantes del lado derecho, calles a la inversa, conectores de luz extraños, billetes de gruesos, de mucho valor.



Al final de mi laberinto encuentro la salida. En la esquina, al fin, esta la calle de Charleville, una hilera de altas casas blancas hasta el final de la cuadra. Pequeños carros se estacionan uno detrás del otro, esperando a su amo para dar la vuelta. No veo mucha gente, talvez sea demasiado temprano, talvez demasiado tarde. En la esquina esta el 56. Siento paz. He llegado a Londres.

1 comentarios:

Micro | 6:47 p.m.

Bastard!!

Qué estás haciendo por allá??