Cerebros en Fuga

Cerebros en Fuga

 

Jóvenes titulados huyen del desempleo

 

Por. Renné Sánchez

 

Al terminar la escuela todo parece color de oro. La fiesta, los sueños, el futuro,  todo se materializa en un papel por lo que luchaste cuatro años seguidos. Enseguida, piensas, viene la mejor la parte, olvidarte de las tareas y calificaciones que en poco demuestran tu calidad creativa, en poco, piensas, llegara el momento en que podrás ejercerte en lo que mejor sabes y eres, eso para lo que estudiaste.

 

Los dias pasan. Se mueren frente a ti y no pareces hacerle caso. Te gusta sentir que no tienes que despertarte tan temprano, ni que sacrificar tus noches por ensayos obligados. La vida no podría ser mejor. Los dias pasan, y no dejan de acumularse los dias frente a ti. Algunos compañeros llegan a la casa celebrando su contratación en la maquila. Tu sonríes por ellos, pero empieza apretarle el pecho al saber que tu no estas haciendo nada productivo de ti. Y aunque no quieras, los dias siguen pasando, empieza la búsqueda, currículo por aquí y currículo por allá. Nada.

 

Somos la generación de la crisis, se ha roto el vaso del sueño me dice mi tío. Aun así confías en tus habilidades, sabes que si todavía existe valoración por la excelencia, tendrías que ser contratado en poco tiempo.

 

Maldita crisis. Llevo ya varios meses esperando. Nada. Nada de nada. No hay respuestas en mi buzón, no hay entrevistas agendadas. Por pura curiosidad empiezas a buscar trabajo en las secciones mas básicas, de obrero, de mesero, de vendedor. No que sean algo malo, solo que yo no estudie para eso.

 

Los dias pasan. La desesperación se instala. Ya cinco meses no pueden ser normal. La crisis, te buscas convencer. La influenza, tiene algo de culpa. Un correo nuevo en el buzón. El representante administrativo de la universidad te hace saber amablemente que la prorroga para iniciar el pago de la deuda educativa a finalizado, siguiente mes, mensualidades por dos años hasta concluir con mi deuda.

 

¿Cómo voy a pagar algo que no puedo? ¿ Como voy a pagar mensualidades que no van acordes a los salarios que existen en el mercado? En dado caso, pagarlos significaría vivir con el mas mínimo de los mínimos, digamos que es posible vivir así en el campo, pero no en una ciudad, lo único que te queda es declararte abiertamente como nuevo adherente de la clase pobre nacional.

 

Mi mente empieza a delirar. Mover algo de drogas, secuestrar a alguien. No, demasiado peligroso. Entrarle a la pizca de calabaza y espárrago. No, ni siquiera me alcanzaría. ¿ Que puedo hacer, si no puedo conseguir trabajo para lo que supuestamente soy bueno, como hacerle para sobrevivir en este mundo tan canijo?

 

La locura. Irme del país. Ganar en moneda ajena para pagar en moneda local. Al mismo tiempo que pienso eso, otros cuantos miles de jóvenes obtienen la misma lucidez. Si he de trabajar en lo mas básico, de perdida que sea bien pagado. Empieza la gran ola migratoria juvenil. Titulados en ingeniería, psicología, y relaciones internacionales empiezan sus planes de fuga. Su cerebro, realista, no ve otra posibilidad para salir de este embrollo en el cual están metidos.

 

Boletos para Estados Unidos y Canadá son los privilegiados. Otras mas, piensan que si ha de arriesgarse en la ilegalidad de trabajar para vivir, mejor en un lugar lejano y moderno, como la Europa.

 

En las filas de espera de todos aquellos que esperan ingresar por migración a estos países, jóvenes mexicanos esperan impacientes vestidos de buena ropa y con Ipods para matar el tiempo. Saben medianamente bien el ingles, y sin un arquitectura facial indígena, hasta dan pinta de no tener el nopal bien engrapado en la frente.

 

Realidades que muchos desconocen. Jóvenes comunicólogas que son mejor pagadas como niñeras de una comunidad judía en Montreal. Ingenieros que usan sus manos para construir casas en Vancouver. Diseñadores empleándose de obreros en empresas de California. Algunos otros politólogos y abogados meseareando en los restaurantes mas exclusivos de Londres y Madrid.

 

No se guían por el corazón, se guían por la razón.  Por el corazón, como lo quisieran ver los gobernantes, esta el buscar trabajo, generar ingreso, promover el empleo ( cosa que como ya narre, sub-existe) La razón te manda a sobrevivir. Si este mundo se rige por dinero, entonces hay que generarlo.

 

La lógica entra en juego. Ganar tres mil pesos mensuales en un trabajo que terminara por explotarte. O, ganar mil euros mensuales ( promedio de veinte un mil pesos mensuales) explotado. Que sacrificio están los jóvenes dispuesto hacer, si quieren conocer y crecer, si su propia tierra no les ofrece oportunidades viables, entonces que culpa podrán sentir de buscar mejores suertes?

 

Entonces el país se empieza drenar. Todo para lo que ha invertido en educación, sus mejores elementos, se fugan día a día. Con suerte, algunos mandaran remesas o regresaran para invertir en el país. Pero esto conlleva tiempo y riesgo, por que no acaso cuando pruebas el chiclocentro de la tutsi, no te deleitas y lo deseas?

 

Muchos se quedan. Se enamoran de las sociedad modernas, multiculturales, dignas hasta para los ilegales. Algunos críticos dirán, así ganas así gastas en vivir. Razón tienen, no puedes comprar mangos y tomates al precio que estabas acostumbrado. Haciendo la conversión monetaria, sientes que te roban de la manera mas descarada. Pero poco a poco te adaptas el ambiente, te vuelve uno con el, su naturalidad te corrompe y en pocos meses empiezas a olvidar el peso y ya solo piensas en dólares o euros. Si consigue buen trabajo, con suerte y algo de perspicacia, no volverá a su país hasta que consiga la nacionalidad.

 

Que futuro queda para ellos que se van y los demás que se quedan. Donde empieza el problema, quien lo fomenta, todo parece ser acto del mas perverso ciclo vicioso. Sin trabajo, se van las mentes creativas del país, sin mentes creativas no se pueden generar nuevos trabajos. 

Ciudades Burbujeantes

No existe mejor sabor que caminar sin que nadie sepa lo mas minimo de ti, ni entienda en nada lo que dices, donde no eres nadie eres libre, pues eres tu el unico que conoce un pasado, que en momentos dudas si en verdad es tuyo.

?Quien quieres ser?

Un punk melodico, elegante metropolitano, un rastafari urbano, glamorosa callejera, un bionico ravero. Que tal una mezcla de todos, que tal ser una nueva persona cada dia, con diferentes tics, miedos, abismos y cualidades- la ultima posibilidad de experimentar con la curiosidad, por que mañana, lo de ayer sera solo un recuerdo vago, como la estela de un sueño, que apenas recuerdas,
pero que conoces fue algo lindo.

The Bloody Migrant Diary




Londres, capital del United World Kingdom.


Por Renné Sánchez


Desde el avión, los campos verdes del Reino Unido se revuelven entre las prosas míticas donde duendes y hadas mágicas se aventuran a bromear en los negros bosques de la isla. Todavía pienso en té humeante con leche e inmóviles soldados con afelpados sombreros, cuando un golpe de realidad me endurece la vista. El enorme aeropuerto da la bienvenida a un millar de visitantes, bajando atolondrados por viajar en el tiempo, hablando miles de idiomas, como inmersos en la burbuja que sobrevivió a la Torre de Babel. Caras blancas con negro, amarillo con azul, café con leche, los ciudadanos del mundo, de visita buscan refugio en el país en el centro del planeta.


La ironía. Los agentes de migración británica, primeros en recibir a los visitantes, afilan los ojos para detener a quienes osen una estadía permanente. En las barricadas del aeropuerto se comanda por un pequeño ejercito de agentes con marcados rasgos extranjeros. Caras de hindú, musulmanes y uno que otro pálido ingles en su mostrador detiene a los visitantes para el riguroso interrogatorio de bienvenida. A que viene, donde se queda, con cuanto dinero llega, a donde se queda, busca acaso trabajo, es ilegal sabe, usted me da mala espina. Pero son las seis de la mañana, la agente migratoria sabe que el día será bastante largo, que mas da, toma el mango del sello y lo impregna en mi pasaporte. Entrar para quedarte depende de suerte divina, pero muchos miles pasan, muchos de visita, muchos otros para nunca volver a la pobreza de su país.



Verdades que les duele. Alguna vez, en su larga historia escrita con tinta de sangre, buscaron animadamente la conquista del mundo. Su bandera, líneas que se entrecruzan, solo puede representar que los caminos de todas las civilizaciones llevan a este centro, un Reino Unido representado en su máximo alfil, la ciudad de Londres.


Me dirijo a Baron Court. Es lo único que se, aunque no tengo idea de lo que significa. Deseo salirme del aeropuerto. No quiero mas preguntas, siento que soy vigilado, algún agente viéndome por las cámaras, atento a mis pasos, a mis ropas, deseando que inventen una tecnología para descifrar mis pensamientos, encontrar mis negras intenciones en su país. Pero no, solo quiero saber como gastar estas libras en los aparatos electrónicos que venden tarjetas para el metro. Hago fila en un mostrador, pregunto al señor de enfrente por algo de información, me pregunta si viajare en metro, obvio pienso, pero respondo amablemente, me regala su tarjeta, según con ella podré viajar todo el día. El karma, habrá recompensado mi filosofía de no molestar para no ser molestado, camino hacia la garita que desciende bajo tierra. Trato de ingresar y la maquina me detiene. No, era una broma, ese señor solo quería deshacerse de su tarjeta caduca, volteo atrás, no esta ni para reírse de mi, talvez la sola imagen le complazca por algunos minutos de su mañana. Yo mejor pregunto a un agente, sus ojos se desbordan de desesperación, seré el décimo que le pregunta la misma pregunta, por donde, como, cuanto.

Al fin, con un ingles que apenas se aclimata en mis cuerdas bucales, viajo lentamente en el tren hacia mi objetivo. Lo único que tengo es una dirección y un teléfono. Viejos amigos me esperan en un flat (pequeños departamentos compartidos) donde tengo resguardo seguro. Camino lento, viendo y escuchando todo a mi alrededor, como captando la realidad, soy atemporal, ni yo ni mi reloj entendemos la mañana, mi cuerpo quiere hacer algo, mi mente me ordena razonar.



Prefiero no llamar, perderme seria lo coherente. Quien no se pierde nunca se encuentra. Afuera las casas con chimeneas se retuerzan entre las calles y edificios que se sustentan en el tiempo sin mayor problema. El sol osa salir entre la penumbra de las nubes, y desencadena el jubilo de miles de humanos que lo celebran mostrando su piel sin pudor.


Afuera de esa fachada inglesa asentada en la ciudad, el zoológico humano es lo que rige la estética de las calles. Escuchar el tono ingles resulta una búsqueda extremosa. Escuchas ingles, si, pero un ingles amexicanado, afilipinado, arabico, hindúes, somalí, marroquí, brasileño, canadiense, bueno en fin, día a día se crean nuevas mezclas de idioma, todo menos ese tono ingles.


Los pubs son pocos comparados con tiendas de árabes que venden cerveza en la ilegalidad de las deshoras. Quien sabe donde estarán metidos los ingleses, algunos que viajan en metro al trabajo, o se les ve tomando el té en mesitas que acomodan en la banqueta. Eso si, visten de gala hasta para saca a su perro, raza con mas pedigree que sus mismos dueños. Son gente seria, se esmeran en resaltar entre los colores, mas ellos no se necesitan de tanto color para lucir, mejor un saco de diseñador, una falda que solo tiene 10 ejemplares iguales. Todo esta reservado, todo para ellos debe ser exclusivo. Veo el Big Ben, y pienso, a las 12 se han de juntar los pocos ingleses que quedan en la isla, toman el te con leche de melancolía, pensando cuando fue el día en que Londres dejo de ser suya y se convirtió del mundo.


El viejo mundo es diferente a todo, todo es diferente a lo generalizado. Los ingleses no dictan como se hacer las cosas, solo las hacen como mas les place. No necesitan de la opulencia para demostrar su calidad. Su mismo terreno no les permite. Aquí son los detalles lo que dan el valor. Chapas en medio de la puerta, volantes del lado derecho, calles a la inversa, conectores de luz extraños, billetes de gruesos, de mucho valor.



Al final de mi laberinto encuentro la salida. En la esquina, al fin, esta la calle de Charleville, una hilera de altas casas blancas hasta el final de la cuadra. Pequeños carros se estacionan uno detrás del otro, esperando a su amo para dar la vuelta. No veo mucha gente, talvez sea demasiado temprano, talvez demasiado tarde. En la esquina esta el 56. Siento paz. He llegado a Londres.