Es ahora común que cada que me siento tranquilamente avanzar mi lectura en la mesa del comedor, da la casualidad, me invade una repentina sombra que me acaricia la piel desde la ventana. Esas sombras que incomodan, como cuando alguien se para justo entre el foco y su luz lo que la convierte en la sombra de una interrupción. Desvío mi mirada a la ventana, flores sinvergüenzas y la matita de jalapeño, las nubes han tapizado el cielo, es el verano que amenaza con su entrada. Pienso que es parte del paquete del departamento donde vivimos por Cruz del Sur, este tercer piso que vibra con la pasada de camiones, que nunca deja de hablar lo que la ciudad balbucea. Ximena esta concentrada viendo su maqueta, lleva varios dias así, mirándola, cada recoveco creado, pensando en las formas mas eficientes para dividir el espacio de un futuro habitable.
- Como vas con la casa – la interrumpo
Tarda varios minutos en responder, lo que significa que si me escucho pero que la respuesta esta implícita en su silencio, pongo el separador de nuevo en la hoja que no pude continuar y me paro a la cocina. Abro la alacena, consigo un empaque de noodles Ottogi e inmediatamente la pongo a hervir. El olor a noodles la hará despertar de su enajenación, pues considero justo que mi interrupción también sea canalizada al trabajo de Ximena.
- No consigo dividir la cocina del comedor, como separarlos sin que sea una silla la que actúe como frontera – me dice desde su espacio de trabajo.
- Debes considerar que talves así la quieran los que la habiten – le respondo mientras meneo los fideos que apenas han empezado a ceder al calor del agua.
Ximena tomo el pequeño recoveco frente al baño y nuestro cuarto. Es un espacio diminuto, pero de alguna forma logro instalar un restirador de patas altas, sobre él acomodo todos los utensilios para medir, cortar, pegar . Un brazo mecánico sostiene la lámpara que desaparece los bichos de sombra que osen aparecer. Se la regalo el tío Pedro, que también estudio arquitectura cuando joven solo que ahora es evaluador. Su equipo lo empaqueto hace años, descansado en uno de los clóset de su casa. Le pedí de favor una lámpara que el usaba mucho cuando estudiaba en la Ciudad de México. El considero que su existencia era mas útil prendida que en la penumbra, asi que nos la cedió para que Ximena pudiera encontrarse mejor entre los materiales.
- Vamos no me dejes comiendo solo – le digo con los platos servidos en la mesa.
Todavía se espera unos segundos mas, me voltea a ver y noto la sonrisa que se pinta en su cara cuando ve la mesa puesta sin su esfuerzo. Se levanta de su estudio, no se preocupa por apagar la luz, sabe es una interrupción mortal, un cigarro compartido y son meros puntos intermitentes.
Se sienta en la silla, mira el sol fugándose por entre las nubes, toma con delicadeza su cuchara y no hace ningún ruido al sorber la sopa. La pimienta me causa cosquillas en la nariz, me adelanto la mano previendo mi estornudo, pero lo alcanzo a mitigar a tiempo. Comemos en silencio , ella no pregunta sobre mi, entonces espera que yo rompa el silencio.
- ¿Ya pensaste en los espacios verdes?- le pregunto
- Con unas macetas en la ventana tienen, no pueden darse el lujo de cederles mas espacio- me responde sin mirarme.
- Ve la matita de chile, toda triste y decaída la pobresita, ha de estar pensando en su suicidio desde esa ventana- le contesto con ese tono.
- Es cuestión de puntos cardinales, mala planeación, el sol amanece por el horizonte y los edificios de alado no le permiten compartir su luz, eso ya esta fuera de mi control- me responde con esos ojos, como de pelea concluida.
Tampoco es que yo quiera amargar la comida con una pelea, solo quería que incluyera un área verde, y ahora se que ella no piensa ponerla en su maqueta, ya imagino lo que les depara a los inquilinos que la habiten. Pobres. Me alcanzo la bolsa con tabaco y enrollo un cigarrillo neutral, siempre lo compartimos. Irremediablemente se levanta, me deja el cigarro a medio humo, me besa en la punta de los labios y vuelve a dentro de su maqueta. Justo se sienta de nuevo en su estudio cuando las nubes detienen el intento de fuga del astro sol. Lo se, es verano.
La obsesión de la maqueta se me ha contagiado como un virus maligno. Nada como el primer día que entramos al departamento. Decidir vivir juntos fue un gran paso. Yo tenia mi departamento en Arboledas, pero me gustaba tomar el camión sin boleto de regreso. Una visita se alargaba por semanas. Ella acababa de llegar a la ciudad, inaugurada su presencia en la universidad. Yo la bienvenía con sorpresas, traía pizza de pepperoni y unas caguamas de cerveza, nos sentábamos en el piso pensando en lo hermoso que se vería su nueva casa. Lo adornamos de sueños e historietas. No necesitábamos muchos muebles, compartíamos un colchón prestado ajustado al suelo, no nos importaba mucho que la luz estuviera cortada, nos gustaba la idea de usar velas para vernos las caras transfigurarse con el movimiento de la flama. De allí nació la idea de presentar su maqueta en clase de Urbanismo. Nos quedábamos platicando a altas horas de la noche, yo le presentaba personajes y acciones, ella moldeada para ellos el espacio apropiado, era una hermosa colaboración creativa, obvio al final acabamos acurrucados desvestidos, hasta encontrarnos perdidos en la madrugada con besos rellenos de amor.
- Necesito yeso, hay que apuntalar estos muros que están muy delgaditos, hasta los pedos lo van a escuchar los vecinos - me comenta
Bajo los escalones del habitacional hasta el supermercado pasando la avenida. Hay que esperar a que pasen todos los carros que siempre van con prisa, siempre hay accidentes en esta esquina, lo se por que desde la ventana veo el bamboleo de las sirenas cuando suben a un motociclista que le fue invisible a la señora de la camioneta. Regresar con el yeso y ayudarle a mezclarla, tomo la pequeña espátula de metal y lo revuelvo bien hasta que queda pastoso. Ximena toma un poco de pasta y va poniendo capa tras capa en las paredes de la maqueta. Con pincel en mano pinta líneas como prueba de colores, pero luego el espacio y las paredes son tan huecas que el olor a pintura fresca me llega hasta la cocina. Me paro a obligarla que se separe de su construcción, la secuestro con dos pasos a nuestro cuarto, la tiro a la cama y la envuelvo en la cárcel de nuestras sábanas, empezamos a quitarnos las prendas el uno al otro, nos atacamos con los labios, nos empapamos con una urgencia salvaje, ella gime al placer a mi tacto, sabemos que los vecinos han de estar escuchando otra de nuestras noches, pero esa misma idea nos excita un poco. Y retumban las paredes, pero no somos nosotros, talvez un poco si seamos en el vaivén del colchón, pero también son las gotas que han empezado a inundar la ciudad, se revientan en nuestra ventana, ese sonido de aplausos de agua con los techos, y así será una lluvia fuerte por unas horas, por que el verano definitivamente ya ha hecho su entrada triunfal en la temporada, y entonces nosotros nos escondemos en el sonido de la noche lluviosa, justo cuando sus manos han penetrado mi piel, mis ojos robados por su alma, y una gota que lentamente traspasa los pisos hasta reventarse a muerte en el piso.
La madrugada se adorna de ese goteo de verano, el final de una noche húmeda y agitada, nos quedamos acurrucados, Ximena seguro estará viendo el techo, escuchando los sonidos de la noche, yo estaré ya dormido, conquistado por el sueño hasta el dia siguiente, que seguro haré las labores para vaciar la inundación.
Mis ojos parecen sellados. Ya no siento a Ximena entre mis brazos, ha reemplazado su presencia con una almohada. Me encuentro en ese mundo que existe entre la realidad y los sueños. Allí esta ella, el cielo es gris, una torre alta y ella colgada de unos arneses de ella, preocupada resanando los rastros de humedad que han pintado las paredes de verde, llora de desesperación, sus lagrimas flotan de sus mejillas y se pegan a la pared, mas trata de quitar el agua y mas llora, y mas se humedece, y la pintura se desprende hasta dejar a la pared desnuda.
Un ruido en la sala me despierta de mi condición, abro los ojos y alcanzo a oler el agua en la casa, han vuelto esas goteras migratorias, me pregunto si serán las mismas del verano pasado, o se habrán reproducido imitándonos como en nuestras larga faena de la noche pasada. Conozca una gotera en especial, la mas vieja de todas, entra por una pared que nunca la quiere olvidar, siempre la espera y no sana pues no sabe vivir sin ella. Dejan un charco de amor frente al refrigerador en el corredor de la cocina. Lo veo descalzo, me agacho para tomar una cazuela, me gusta atraparlas en ollas o sartenes hondos, el sonido de su encarcelamiento que se luce como una canción a ritmo continuo y regorgoteante.
- Las paredes de la maqueta están totalmente húmedas- la escucho decirme desde su estudio.
- Ya es verano, tiempo de lluvias, y esta casa tan mal construida, apenas el mes pasado el casero me dijo que había impermeabilizado el techo, pero es el mismo cuento que el año pasado, las mismas goteras están de visita en su casa de verano- le digo tratando de amenizar su preocupación.
- No termino con una parte cuando otra se viene abajo, ve – me dice desprendiendo la pared de la sala y el baño – la humedad destruyo todo lo que había avanzado, voy a tener que realzarlas.
- Mira como quedo la sala – le digo mientras camino alrededor de la laguna estacada bajo la mesita de centro – me preocupan que se echen a perder los muebles, nuestras cosas.
Alcanzo un libro, es Cortazar, las hojas se han vuelto suaves y pegajosas como mejillas en una despedida. Me preocupe de mas y alejo al librero de la pared para notar que la pared también fue infectada con humedad. Despierto a todos los libros con alarma, que tomen solo las letras que quepan en una maleta ligera, pues he ordenado la evacuación inmediata del inmueble. Un pequeño libro rojo de Sartre se sienta necio, fumando sus letras inmóvil, no quiere dejar el librero, prefiere morir ahogado en las aguas de su destino. Intento disuadirlo, Márquez y Espinoza han subido ya a las cajas de salvaguarda. Intentan convencer a su compañero de casa, vamos hay que irnos, no vale la pena le dicen, pero el obstinado libro rojo no mueve ni una hoja. Me a obliga a usar la fuerza, tomarlo de la pasta sin dejarlo abrir y pelear, se deja arrastrar mientras ve su ataúd hundirse como barco en el mar.
Ha desbaratado dos cuartos de su maqueta. Volvió a pagar por corte de vinil en la impresora láser y empezado de nuevo la costosa reconstrucción. Su mesa parece como si un huracán lo hubiera arrasado. Esta tensa, tiene menos de un mes para la entrega final y estas reparaciones han de costar tiempo y dinero fuera del presupuesto itinerado. Cosa que no sobra en este momento. No hablamos mucho. Me he puesto a pensar en la casa, no hay día que la casa no exija nuestra atención. Sale mas caro que tener un bebe. Me ocupo de emplastar las paredes y esperar que el plomero me conceda el milagro de dar arreglo ha estas viejas tuberías causantes de tanta humedad. El casero no esta en la ciudad, bonita cosa. Horrible casa.
- Deberíamos buscar otro lugar donde vivir- le comento mientras sorbo de la taza con chocolate. No me tomo mi tiempo, me quemo la punta de la lengua.
- No podemos ahora, no me sumes una preocupación mas Anselmo, solo que pase el verano todo mejorara, necesito que me apoyes, necesito terminar esta maqueta.
- El momento que termines esta maqueta estaremos mas lejos de nosotros, que no te das cuenta, la casa nos esta matando- le objeto justo cuando me levanto de la mesa, mi mano me sostiene de la pared, miro afuera, una señora que espera en la parada recibe una ola de aguas negras de un camión que pasa demasiado cerca de la banqueta.
Ella me mira pero piensa en sus muros que no pueden sostenerse. Las reconstrucciones siempre son complicadas. Es sabio quien dice es mas factible derrumbar todo y empezar desde cero. Pero destruir una casa es borrar toda la historia que cicatrizo sus paredes. Las vidas que pasaron por ellas se vuelven meros fantasmas, sueños extintos. Y eso lo sabemos los dos, en el silencio que nos separa mas que la misma mesa del comedor. Ella ha prendido el cigarro, lo fuma lentamente, y lo deja quemarse entre sus dedos. No queremos decirnos lo que ahora es una realidad, el piso que compartimos se a desquebrajado por las fisuras que no atendimos a tiempo. El profesor de Urbanismo de Ximena vio la maqueta desde lejos, tenia una cara como quien ve un perro muerto. Los pómulos de Ximena estaban hinchados como un boxeador derrotado, trató de explicarle la situación de la casa, pero el tiene sus propios problemas. La paso solo por que es foránea, se aleja del salón y la deja sola, con su maqueta como un fantasía mal cocida. Se limpia la cara y sale del salón con su maleta llena, camina por la universidad, por entre los árboles que no se acercan a despedirse, hasta donde están los aviones que la lleven lejos de esos montones que ahora solo son ruinas de algo que fue.