Lloran por tu alegría

Hay ollín en las esquinas. Un polvo que flota en el cuarto, se esconde detrás de los objetos y te mira perdido, sin las llaves para arreglar una máquina que se hunde en un mar muerto. Las escotillas no fueron construidas con ventana. Todo entra, todo se escucha. Cuando la desesperación llegue al límite, intentaré salir por ese boquete redondo, sacaré la cabeza y miraré las nubes que siempre caminan entre los truenos y relámpagos de los dioses, y yo comprenderá que no hay nada que cambiar, que las cosas caen por ley natural, que las palabras son un escudo de papel y solamente los más aptos logran abrir puertas en paredes de piedra. Sientes un objeto en tu pantalón. No puede ser un arma, es algo más pequeño. Es el pedazo de carbón que libera todo este ollín. Mancha tus manos, un negro inmenso. Volteas a la entrada. Allí está la puerta por donde llegaste. Podrías dibujar la salida pero no puede superar lo que ya conoces, ese orificio que te separa de lo real, de todo aquello que has creado en tus historias, un desenlace que tomará toda tu vida y la volverá  un epidosio heroico. Un grato instante en que respiras las nubes que lloran por tu alegría.


Digestión artística

Un dia me preguntaron como obtenía la inspiración. En esos tiempos no entendía muy bien el concepto. Para mi la "cosa" simplemente fluía. Cuando las gotas dejaron de chorrear, entonces entendí que su carencia era lo contrario a la inspiración. Esa vez yo le respondi que para mi todo era un acto muy natural. Muy sencillo, como comer. Si pides una torta ahogada con carnita masisa y buche (receta original) bañado en su salsa de tomate con tomillo y luego algo de poderoso chile para hacer llorar, y luego sobrevives al encuentro y sigues tu día hasta que, en el momento preciso tu digestión anuncia la evacuación inmediata. Así yo pienso del arte. Trago de todo, la vida completa con sus olores, su energía coloreada, las palabras y los silencios, los besos, la nostalgia, el miedo y la fe. Todo lo que implica vivir en un bocado cada segundo, hasta que, en el momento preciso una digestión muy adentro de mi anuncia la evacuación inmediata. Lo divertido es canalizar todo esto en la forma que más nos plazca. Y así por eso pienso que todos podríamos hacer arte. Sin más.

Encontrarte



Has deseado encontrarte por años.

Tu padre te encuentra tomando una cerveza  y te comenta que hay pendientes en casa, súbete al automovil. Él maneja.

Tú nunca tomas cerveza, curioso que él no se haya dado cuenta.

Tú tomando el café terminas de leer un parrafo al cual le dedicas segundos de tu pensamiento. Intentas deshilacharlo, remendarlo, acomodarlo a tus medidas de cintura y el largo de tus brazos.

Decides no terminar el café y visitar a tus padres.

Tu abres la puerta.

Tu sentado en el sofá, tomando el café exactamente como tu lo haces.

Tus hermanas sospechaban desde un principio, pero no se atrevían comentarlo frente  a tu padre que actuaba con toda soltura contigo.

Tus ojos. Sus ojos, tuyos.

De libro de los perdones


Del libro que no contiene tantas páginas pero aseguro cuenta con la sola línea sagrada. Perdona. Y es por ello que lo hace tan delgado que nadie lo encuentra en su propia biblioteca. Pero ahora, aquí abierto, perdona dice, perdona. Entonces me la apropio y pido perdón, en general para pasar a lo particular, pues no encuentro otra manera mejor. Pido perdón por la ofensa que emana de mi boca aunque no la piense, aunque no la busque. Pero sale y lastima. Y más cuando mi silencio es cómplice, cuando beber me hace perder los estribos. Perdón por mis bromas de tonelajes, por intentar hacer el bien y en el acto hago mal. Y cuando lloro sin reconocerme, cuando me pierdo y desesperado podría jalarlos a mi abismo. Le pido perdón a Carmelita por no cuidarla como debí. Perdón por no entender sus ayudas, sus amores, sus desidias, sus rencores. Perdón por mis enojos volcánicos, por las ofensas que mis plantas hayan perpretado en su contra, por aquellas imágenes suyas que he guardado celosamente. Perdón por empujarlos, por presionarlos a ser mejores, cuando no reconozco que no todos buscamos lo mismo, entonces  peco de soberbio, de maldito y dictador.

Pero también, porque no se vale quedarse vacío en el libro de los perdones, les pido perdón por ser feliz y que eso los ofenda, que disfrute la vida y que en mi esté ayudarles, perdón por escucharles sus críticas en formas de apoyo, perdón por compartir sus malas decisiones, perdón por querer brillar y bailar y amar y ser feliz, y quererlo en bola, de todos juntos.Perdón por creer que eres el amor de mi vida y sonreirte sincero, la única forma que me enseñaron a ser.

Perdón por amarlos tanto, tanto más que a mi vida.

Y todo esto con una linea del libro que dice: perdona.

Del Libro de los Cerveceros

Ayer mi mamá me preguntó -¿hijo qué ganas tomando?

Yo le contesté: "nada mamá, yo tomo sin fines de lucro".

Nos abrazamos.

Fue hermoso.




Rodrigo HM

Anotaciones del feminismo

“Las feministas siempre han considerado que las mujeres son ‘obligadas’ por el hombre a ponerse guapas, y eso les parece mal. Pero la coquetería y la seducción son universales. Actúan como motor de la reproducción, y el 80% de las mujeres que nacen tienen hijos. No sirve de nada negarlo. La igualdad está muy bien, pero para conseguirla es necesario saber que hombres y mujeres parten de lugares distintos, y que mientras nosotros negamos esas diferencias, el capitalismo las exacerba con toda tranquilidad”


Nancy Huston

Libro de las Dedicaciones

trepo al arbol más alto del bosque

y en la cima levanto las manos

y de mis dedos desprenden cohetes multicolores

  que revientan en los aires

y entre explosiones escucharas mi voz

(siempre)

amándote

(siempre)

besándote

(siempre)

y dedicandote esta noche de luna a ti, mi amor

Libro de las Preguntas

Algún día conoceré el amor- pregunta una piedra al aire

Requisitos para ser un buen lector

Vladimir Nabokov pide:

"Selecciona cuatro respuestas a la pregunta: ¿qué cualidades debe tener uno para ser un buen lector:

1) Debe pertenecer a un club de lectores.

2) Debe identificarse con el héroe o la heroína.

3) Debe concentrarse en el aspecto socioeconómico.

4) Debe preferir un relato con acción y diálogo a uno sin ellos.

5) Debe haber visto la novela en película.

6) Debe ser un autor embrionario.

7) Debe tener imaginación.

8) Debe tener memoria.

9) Debe tener un diccionario.

10) Debe tener cierto sentido artístico."

Deliberaciones de vida a partir del FUTBOL

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Hasta hace poco no entendía como los hinchas se levantan cada temporada para apoyar a su equipo, cuando los torneos parecen interminables, repetitivos y por ende carentes de sentido. Hasta hace poco no comprendía el ímpetu que empuja a los jugadores a buscar el campeonato, cuando el ganar apenas dura un instante y el torneo comienza de nuevo y todos vuelven a disputarse en no se cuantos juegos el mentado título. Hasta hace poco no entendía que hay por celebrar, cuando un día eres clásico y el otro un olvidado. Por qué seguir este circuito cerrado que no para, donde no existe un ganador absoluto, donde das la vida entera y al final mañana vienen más y mejores, y los récords se aferran al segundo abandonado, por que atrás viene una ola que se lleva a todos de ras. Esta pregunta fue la que me alejó del fútbol, la que me perdió de su objetivo; desconocí sus razones más allá de las monetarias. Y me confundía el mundo entero volcado al fútbol, atentos a los nuevos jugadores, las nuevas-nuevas contrataciones, los directores técnicos que entran y salen sin gloria y repudiados en tan sólo una temporada, aún cuando cargan bajo su brazo un trofeo de campeón. Cuando el televisor en el gimnasio solamente habla de fútbol y canales no callan de soccer las 24 horas. Y reconozco que este deporte está cada vez más vivo, que los clásico existen entre barrios, entre ciudades, entre clubes y países, y yo pensaba que si una vez ganan unos y los siguientes los otros, entonces nada valía verdaderamente la pena.

Entonces, de tanto pensarlo y no encontrar nada, sin aviso como la vida misma, me vino una ráfaga de lucidez. Empecé a comparar al fútbol con la vida misma, al fútbol como duelo, como búsqueda, como anhelo que mantiene el paso. Y enseguida comencé a entender que todo lo que hacemos realmente podría parecer inútil, el médico cura y tarde que temprano su paciente muere, el artista crea y expone, vuelve a crear y vuelve a exponer, el jardinero cuida, su planta germina, florece y se marchita.  

Así entendí que básicamente todos somos jugadores. Y cada quien tiene su cancha y sabe donde se encuentra la gloria, ese punto en el firmamento por que cual se trabaja imparable. Que la pasión arde en el corazón individual, en cada labor y cada uno celebra sus victorias, frente a las cámaras o en la intimidad de nuestros corazones, y el fin es el que uno se fija, y que alcanzar ese pequeño instante es donde la vida entera vale la pena.

Posible es que algunos nunca tengan la dicha de vanagloriarse por un instante como los mejores, pero el sólo hecho de buscarlo hace que todo esta dinámica tenga su razón.

Pues no hay nada tan exquisito como presenciar a quien baila con ese balón  como si fuera su amante, y la cuida celoso por que el balón no tiene dueño, y cuando haces tu trabajo con maestría y te enfrentas a quienes de igual manera se presenta experto, entonces los duelos se convierten en el episodio mismo para el que viniste a la vida.

Y entonces disfruté de nuevo al fútbol, como es, parte de la búsqueda por convertirse en héroe, y aunque es cierto que todo es un pequeño instante, para quien alcanza esta cima, no hay nada en la vida que se compare con ese momento.

NO quiero lastimarte pero es peor que te sigan mintiendo.

Fue lo primero que lei de una carta anónimo. Como podrán esperar senti una punzada en el corazón. De inmediato realicé un escaneo a mi vida completa, cada cara, cada acto, cada beso, cada instante que se ponía en tela de juicio. Qué tanto sabrían de mi que yo mismo desconocía. La incertidumbre me empezada a matar, lentamente, con la sangre llenando el gran lago de la decepción. Abrí la hoja temboroso. Mis ojos  sentian la sal impregnada en las palabras.  Sentía su verguenza al esconder el nombre, al esconder la cara y sus palabras hirientes contándome de ella, amor de mis amores, a quien daría mi vida sin pensar dos veces. Y ahora es ella quien puede prenderme en fuego, mercenaria, en cada palabra de confesión veo  la mentira de  su sonrisa, lamentando no ver en tus caricias ese puñal que me enterrabas lentamente en mi espalda, en mi lado sagrado. Y leo y leo y se de que se trata todo. Leo y mi doy cuenta que siempre he sabido de que se trata, siempre he esperado la carta, palabras sin nombre señalando el delito, exigiendo mi salvación, arrancándome los párpados para que vea la verdad, su ausencia, la razón de su ausencia, la trama maldita que me quemas las venas, un aire corrosivo me derrite mis dentros, me convierte en una bazca pestilente. No me aguanto más, sus palabras siguen, letra tras letra argumentando su osadía, para no verme sufrir más, para liberarme del yugo de aquella cabeza cínica que no importa nada de mi. Entonces llega el momento de las pruebas, las imágenes que confirmar el testamento. Sufro un escalofrío profundo, me hace temblar el miedo de verte en alguna de ellas besándo otros labios, no mi boca, no mi cuerpo. Necesito saberlo, necesito verte infraganti. El botón abre una foto tras otra. Mi aliento se contiene. Miro. Miro detalladamente, su cara, su ojos impuros, su cuerpo desnudo. Exhalo. No eres tú. Así mi respiración se encarga en desarmar el andamio que sostienía mi sufrimiento. Quedo de nuevo ligero, mi carne flotando en el espacio mientras cierro este correo anónimo que me quería hablar pestes de ella, la que todavía no conozco.