¡Mamá! ¡Llévame al Béisbol!




El otro día en una discusión familiar salio a colación la siguiente pregunta, de todos lo deportes existentes,  donde se daba la mejor afición, el mejor ambiente. Siendo de una ciudad fronteriza, se dieron los personajes en defensa de sus deportes predilectas. Mientras unos defendían la rudeza del ambiente en un Súper Bowl de fútbol americano, otros de la rapideza del básquetbol de la NBA, muchos otros decían que el fervor del soccer no tenia comparación. Algunas tías sacaron el dato pertinente a la natación, hablando del nadador norteamericano Michael Phelps y como había metido al aficionado dentro de la competencia. Al final, un par de sinaloenses tíos míos dijeron que de todos esos deportes, la mejor afición se encontraba dentro del béisbol.

Obvio, los comentarios encontrados no se dejaron esperar. Pero como es común de los sinaloenses, alzaron su voz lo suficiente para tomar el micrófono y dar sus puntos a favor del beisbolero.

Verán. Que gracias a la dinámica del partido, marcado por innigs y descansos, el béisbol daba al aficionado el tiempo suficiente de ocio para relacionarse como individuo en la colectividad. A diferencia de juegos como el soccer o el básquetbol donde el aficionado esta constantemente atento al partido si es que no quiere perderse de alguna jugada mágica, el béisbol funciona de una manera mas sistemática. Entra el pitcher y es anunciado, entra el bateador favorito y es anunciado, empieza la algarabía, talvez en ese momento todos estén atentos, pero ya sea que lo ponchen o que anote un homerun, al momento siguiente ya estarán todos perdidos en la platica, los aplausos, en aventar el piropo albañil a la hermosa chica del pasillo, otra cerveza, colitas de cochi, otro innig, otro tiempo fuera, las bromas, la camaradería con el de alado, el de abajo, arriba y el de la izquierda.

Mira que talvez tengan razón, pensé. Indudablemente no niego que México es un país de soccer. Pero no podemos negar tampoco que nuestra cercanía con Estados Unidos a dejado una fuerte huella en nuestros hábitos culturales. Me atrevería a decir que el béisbol es uno de las mas fuertes. No solo las ciudades de la frontera norte del país gustan de la practica de este deporte ( Liga del Pacifico contando con equipos en Mexicali, Hermosillo, Ciudad Obregón, Navojoa, Los Mochis, Guasave, Mazatlán y Culiacán), sino que es bien sabido que el torneo nacional de béisbol se juega en Mérida, en Oaxaca, en el DF, en Veracruz, en Monclova, Monterrey y entre varios otros equipos citadinos que cuentan con un basto numero de aficionados al juego de pelota.

Y como mexicanos, fiesteros y aventados, no dejamos de aprovechar los espacios para reunirnos, para sacar afuera las malas vibras, para devolvernos a nuestro estado básico, a nuestro yo real, y hasta donde yo se, en las gradas de un estadio de béisbol es el lugar donde esto llega a pasar.

 

Hace apenas una semana tuve la dicha de ver todos los partidos dentro de la Serie del Caribe en Mexicali. Viendo jugar a los equipos representativos de 4 países (Venezuela, Republica Dominicana, Puerto Rico, y México) indudablemente beisboleros de corazón, convirtió al estadio en una fiesta total. Camine por todas las áreas del estadio, mirando desde la zona de ricos hasta la zona general donde concentran a la mera raza. Al ser partidos largos, la gente viene lista para la fiesta, y por que no decirlo, para la borrachera. Muchos tienen la valentía de disfrazarse, llevarse grandes sombreros revolucionarios o de mariachi, pelucas moradas, mascaras del santo y un blue demon, o cualquier otro personaje que puedan adaptarse, cual sea existente en la realidad o creado en lo profundo de nuestras fantasías.


Las enormes matracas de los sombrerudos no dejan de sonar, tan grandes los aparatos que hasta siento podrían iluminar una bombilla con la energía creada. Las cervezas se rolan por todos lados, se sirven de dos medias por vaso. Y los hombre juntan vaso sobre vaso, como un símbolo de virilidad, y al final del partido veras a jóvenes y adultos con un caminado zigzagueante, pero eso si, con 8 vasos que presumen como la espada del rey.

A y que tal las indumentaria verbal de los estadios de béisbol. Esas gradas son catalizadores de un folclor literario que dejaría corto a los estudiosos de la Real Academia de la Lengua. Frases y bromas que nacen en un acto de picaresca improvisación. La burla o la carilla como solemos llamar a este arte, viaja de persona en persona sin lujo de discriminación. Se llevara a todo aquel que se deje, sin importar raza, credo, color de piel, sexo u afiliación política.

 

Luego en el partido de béisbol están las botargas. Personas vestidas como la mascota del equipo, se la pasan haciendo payasadas que hasta eso, te roban una que otra carcajada. Se suben a los barandales, se burlan del público, reta a la botarga del otro equipo, la gente se anima y  ni en los tiempos fuera alcanzas aburrirte en el partido.

Yo no digo que el béisbol sea un deporte rápido. No lo es. Ver jugadas espectaculares no es cosa de todos los días. Alguna atrapada majestuosa, un homerun con casa llena, una barrida, un robo a tercera, cosas así son las máximas que nos dará el béisbol en un juego.

Pero ahora que el equipo de soccer solo nos trae vergüenzas, recomendaría que también apoyemos como aficionado al equipo mexicano de béisbol que esta por participar la primera fase del Clásico Mundial de Béisbol, a disputarse en la Ciudad de México.

Y así, cuando veamos jugar a los mejores peloteros del planeta, nosotros, tomando en nuestra mano derecha una cerveza bien fría y en nuestra izquierda el silbato, dejemos que esos que juegan en el diamante rujan al son de: PLAY BALL!

 

Electric Nights









El frio surca las espesas neblinas que acobijan la mega urbe de Los Ángeles en California. El Los Ángeles Memorial Stadium se vuelve el anfitrión de una de las fiestas electrónicas de mayor prestigio en toda la costa oeste de los Estados Unidos. El Together As One Party tiene por nombre la fiesta electrónica, la razón, celebrar el fin de un año y el inicio del otro.

Más de 15 populares djs se reunirían amenizar la fiesta de fin de año. De entre los mas populares de la cartelera esta Dead Mouse y el icono del trance, Armin Van Buuren.

Al acercarnos al territorio del Coliseo, se siente un atrayente cambio en el ambiente. La diferencia nos invade a través de una esencia multicolor. Gente de todos tipo de colores y sabores caminan por las banquetas que rodean al Coliseo, unos dan alaridos de júbilo, otros se acercan a las casetas para comprar boletos y poder ingresar al recinto.

La culminación de un año desemboca en esta noche, pues para muchos es el momento perfecto para celebrar el fin de victorias, de derrotas, de las altas y las bajas, pero especialmente celebrar que este día, esta noche en el conteo final, toda manifestación de júbilo es benévolamente acogida por un festival electrónico con 9 horas sin parar de divagación musical.

Mientras  el beat invade las frecuencias del ambiente, los elementos de seguridad son amables con la fila de personajes a la espera de entrar al recinto. Las extravagancias estéticas se vuelven el sinónimo de la fiesta, cuando los colores y el brillo lumínico en el cuerpo se revuelven en una permitida orgia de excitación. O los elementos de seguridad no buscan bien o prefieren no buscar, por que adentro el ambiente se hunde en locura, drogas psicodélicas se reparten en una pública clandestinidad. Las mujeres caminan por la noche con apenas su delicada ropa interior colgada a su cuerpo y si acaso una red de negligé que sacude sus blancas piernas. Jóvenes blancos, o negros, orientales o latinos dejan enseñar sus bíceps y pectorales. Poco significa para ellos el frio, cuando el calor humano dentro de la pista de baile por lo general tiende más a la desnudez que a las cubiertas de tela en el cuerpo.



El show del beat retumba entre los bailes, los brincos, el claro sentimiento de una colectividad en éxtasis. Un vocero  en el micrófono anuncia al público la retirada de los últimos minutos del año. Se enardece la gente, el baile se agita, la música mueve la tierra, los últimos se dan besos, fuman, toman, tocan, sienten los últimos segundo de un año que se vuelve pretérito, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3 ,2 , 1…..

Happy New Year! Feliz Año Nuevo!

Los abrazos se reparten entre conocidos y desconocidos. Sin importarnos quienes somos, ni como somos, mujeres y hombres se desean los mejores sueños, las mejores oportunidades, nos deseamos una feliz fiesta, sonreímos, compartimos, platicamos, y al final, con la música a todo volumen, continuamos con nuestra fiesta, que para nuestro beneplácito, apenas esta llegando a su cúspide.

He llegado ha pensar que los raves son los rituales de nuestro siglo. Se manifiestan en ceremonias donde un personaje que llamamos Dj,  controla las ondas de sonido y se vuelve como un dios, haciendo de la música un hilo de titiritero que acelera y retrocede a merced, en una voluntaria sublevación del espectador que se deja llevar por su música.



Las luces de neón y su baile no se dejan esperar. Círculos se forman alrededor de los danzantes para vislumbrar con asombro las rayuelas lumínicas de glow sticks o los fuegos.  Conectando los hilos con sus manos, sus manos con sus sentimientos, empiezan a girarlos para crear formas, unas geométricas y muchas otras amorfas, cuestión del viaje de cada quien.



Un grupo de jóvenes se recuesta fuera de la multitud. Inmóviles dejan que una bella mujer que ávidamente succiona un chupón de dulce mire estupefacta los dedos iluminados de un chaman electrónico. Un filipino que de la nada y sin fines de lucro ofrece sus servicios lumínicos que solo busca facilitar el viaje psicodélico en el que la muchacha esta embarcada.

Las drogas se mueven como dulces. Es más fácil conseguir tachas que un trago de cerveza. Incluso más económico. 10 dólares la pastilla, efecto de 4 horas de energía listar para utilizar en el baile. 10 dólares el vaso de cerveza, 20 minutos de satisfacción depresiva.

Los grandes eventos del festival recaen sobre las personalidades de Dead Mouse y Armin Van Buuren. El primero se encuentra en un escenario justo afuera del Coliseo. Maniáticamente utiliza una cabeza de ratón muy parecido al Mickey Mouse. Pero es diferenciado por un beat electrónico electrizante, delirante en todo su ser, que convierte a su publico en un salvaje baile de emociones. Adentro del Coliseo se encuentra el popular Armin Van Buuren,  que había prometido tocar 9 horas sin parar, fuera hasta que las luces y las leyes lo permitieran.

Y los asistentes asintieron con gusto su propuesta. Unas 30 mil personas se reunieron dentro del auditorio. Nunca había visto tal imagen, 30 mil almas ( o mas) iluminadas por el neón y su baile. Era imposible no celebrar, era  contagiante.

Mi cámara resultaba un imán para la gente. Se me acercaban grupos de jóvenes, parejas disparejas a pedirme fotografías para su recuerdo.  El sudor , las sonrisas, el grito generalizado del Happy New Year ( Feliz Año nuevo!) que era un himno en común, se hacían sentir por todas partes. Me di cuenta de tradiciones interesante dentro del rave. Todos tienen un apodo, un rave name que utilizan como el seudónimo que oficializa la personalidad de ese momento. Llegue a encontrarme con una  linda chica que se llamaba Inspiration ( Inspiración) que busco el lente de mi cámara. Después de robarme su alma, me pregunta por mi apodo. No tengo , le respondo con extremosa sinceridad. Bautízame, le pido. Me ve,  me analiza y recorre mi cuerpo con su mirada. Eye-con , me responde. Me besa en la mejilla y regresa con su pareja.

 


Los pasillos dentro del Coliseo se vuelven canales de convergencia. Unos buscando intensamente el beat, otros aligerando la energía acumulado con sorbos de agua natural y un cigarrillo.Justo cuando entra la madrugada y se asienta en el ambiente, la fiesta empieza su típica decadencia. Algunos avorazados se encuentras perdidos en una dimensión que pocos conocen. Las luces se prenden y así ilumina a los últimos guerreros que aguantaron con gusto horas y horas de baile sin parar. Las 4 de la mañana se vuelve el final de nuestro feliz calvario.